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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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EL SOBERANISMO vasco calienta motores en vísperas de la botadura oficial del plan Ibarretxe, cuya viabilidad política se vería cegada más allá de la cámara de Vitoria, donde el grupo Sozialista Abertzaleak, formado por diputados de la ilegalizada Batasuna, empieza a agradecer las atenciones que le dedica el PNV. La denuncia de la Ley de Partidos ante Estrasburgo es el primer desafío del PNV al Estado en el nuevo curso político. Tanto el PP como el PSOE han criticado duramente estas iniciativas nacionalistas, y ayer hablaba el presidente Aznar de deslealtad de los nacionalismos vascos, afirmando que «a pesar de la deslealtad de algunos..., a pesar de que algunos comparten los objetivos del terror..., a pesar de que algunos no cumplan las obligaciones que la ley impone..., la democracia derrotará definitivamente al terrorismo». Mientras el problema vasco discurra por cauces jurídicos y procesales, no debieran pulsarse las señales de alarma, por mucho efecto político que pudiera causar la admisión a trámite por el Tribunal de Estrasburgo de la demanda del Gobierno nacionalista. El asunto, sin embargo, va a complicarse aún más de lo que estaba, por lo que adquiere la suficiente gravedad política para mantenerlo alejado de la confrontación electoral. Ante esa confrontación, las posiciones de los dos partidos mayoritarios de implantación estatal, PP y PSOE, no coinciden, pues mientras los populares defienden ardorosamente el inmovilismo constitucional y estatutario, los socialistas parecen movilizar algunas reformas estatutarias, dentro del marco jurídico vigente, para adecuar el Estado de las Autonomías, ideado en la Constitución de 1978, a su avanzado desarrollo veinticinco años después. No debiera mezclarse el problema del terrorismo etarra o el de los delirios soberanistas del PNV, más EA, con una campaña electoral que empieza a hacerse eterna. El problema no es precisamente electoral; es estrictamente político -y policial, como sabe y a veces demuestra la Ertzaintza-, por lo que habría de instalarse en una mesa de razonamientos históricos, de diálogo sobre las realidades de este complejísimo país y de comprensiones mutuas del porcentaje de visceralismo nacionalista que pudiera haber en cada una de las partes.