Aniversario de lutos

HOY, 11 de septiembre, a las 8,46 hora de Nueva York -14,46 en España-, hace dos años, el Boing 757 de American Airlines, atravesó como un puñal el vientre de cristal y acero de una de las torres gemelas. Llevaba los tanques de combustible a rebosar y se inició el gran apocalipsis del siglo XXI. Un cuarto de hora después, otro avión impacta contra la otra torre. Lo vio el mundo en directo. Un mundo horrorizado. Ese día de misereres, otros dos aviones de líneas regulares también sembraron la desolación, la muerte y el caos en el Pentágono y en las praderas de Pensilvanya. Dieron un navajazo al corazón financiero y militar de la primera potencia mundial. Fue, digo, hoy hace dos años. Desde la otra orilla, en Brooklyn, aún no comprenden cómo América se quedó aquella mañana del 11-S a oscuras. Hace más, tres décadas, las hordas fascistas con espadón desalojaron del poder en Chile a un soñador socialista y miope: a Salvador Allende. Han tenido que pasar treinta años para someter al poder militar al civil. Al día de hoy se sabe que Estados Unidos estaba preparado para la conspiración externa, pero eran unos pardillos arrogantes para detectar la agresión interna. Habían alimentado a tantos hijos de puta, que no llegaron a comprender que eran sus propios hijos de puta. Hasta se entrenaron en su casa. Hoy, segundo aniversario de aquella brutalidad, nada está resuelto: ni el desmantelamiento de la red terrorista Al Qaida, ni la detención de Sadam Huseín. Afganistán e Irak continúan como brasas calentando los odios. No aparece el mito barbudo y de extrema delgadez, Bin Laden, ni el rey apócrifo de las armas de destrucción masiva. El triunvirato agresor, Bush, Blair y Aznar, darían un ojo de la cara y la retina del otro por encontrar, como pedía Arquímides, un punto de apoyo para mover el mundo. Ni lo había ni lo van a encontrar. El 11-S quedará registrado en el calendario como una esquela. No tiene nada que ver la fecha con la elegida por el corregidor de Mansilla de las Mulas, José Ramón Tuero, para anunciar su renuncia. Hoy le dirá a los periodistas que se va nada más concluir las fiestas patronales: deja la alcaldía, apoya a la número tres de la lista, veterinaria y mujer de fortalezas, mantiene de momento su acta de concejal, y continuará aportando lo mejor de sí mismo al municipio. Y adiós. Cada pardal a su espiga. Renuncia a la vara de mando un buen corregidor. José Ramón Tuero, 32 años, ha sido un magnífico alcalde de Mansilla. Y podía continuar trabajando por el municipio. Se lo ha impedido la oposición con una decisión ruín y mezquina: no permitirle la media dedicación exclusiva. A José Ramón Tuero le faltaron 60 votos para lograr la mayoría absoluta. Vivía por y para Mansilla, por lo que percibía 128.000 pesetas mensuales. La oposición le cerró el grifo y ha tenido que buscar otro abrevadero. Se lo ofrecieron en Gijón y ha levantado el vuelo. Esa es la realidad, no la especie de caza de brujas orgánica que se ha vendido. José Ramón Tuero disentía de algunos temas. Estaba en su derecho, pero que nadie venda burras aunque las haya comprado en la feria de San Martín.