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León

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«EL PASADO, para los investigadores y los historiadores, como todos los sucesos del siglo XX», esgrimió Atencia Robledo, portavoz del grupo parlamentario del PP, para rechazar la propuesta de la diputada socialista y leonesa Amparo Valcarce, quien solicitaba que fuesen declarados nulos expedientes, sentencias y juicios sumarísimos emitidos por motivos políticos durante la guerra civil y la posguerra. Reconozco que me sorprendió la negativa popular, no me la esperaba. La proposición carecía de revanchismo, conflictividad o interpretaciones rebatibles. Era de libro, de libro de ética. La política es gestión y gesto, lo hemos escrito aquí muchas veces. Atencia pasó factura de no se sabe qué, quizá por el caso de la Comunidad de Madrid. La suya era otra guerra. «Con esta iniciativa demuestran que no sólo carecen de brújula política, además de que carecen de altura moral y también de palabra». Cómo pudo deducir eso de una propuesta tan noble y justa. Es cierto que el Partido Socialista pudo hacer con mayoría absoluta lo que ahora pide desde la oposición, pero también lo es que todo tiene su momento histórico propicio. No, el pasado no es sólo para los historiadores y los investigadores. El pasado somos todos. Los asesinatos de Eta no deberán ser considerados dentro de sesenta años como sólo materia de estudio para eruditos, por mucho que se haya terminado con el terrorismo. El miércoles sonaron en el Parlamento los nombres de Miguel Castaño, Nicostrato Vela y otros leoneses. El pasado es mucho más que un puñado de fechas, es una lección. Y las lecciones hay que repasarlas. Pero primaron otras guerras, tan antigüas como el mundo. Primó el soez argumento de que al enemigo ni agua. El PP no entendió que era una de esas raras ocasiones en las que la política se construye desde el corazón, desde los gestos. La opción no estaba entre pasado y presente, sino entre injusticia y justicia. Sentí pena y rabia. Y orgullo de que la iniciativa partiera de León.