Diario de León

TRIBUNA

Occidente seguirá existiendo

Publicado por
ANTONIO PAPELL
León

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JEAN DANIEL, director de Le nouvel observateur y uno de los más finos analistas políticos de Europa, acaba de publicar en la prensa española un pesimista artículo en el que sostiene la tesis de que Occidente ya no existe, puesto que se ha fracturado irremsiblemente. «Desde que EEUU -escribe- decidió privarse del apoyo e incluso del patrocinio de la ONU para intervenir en un país soberano culpable de supuestas intenciones agresivas y de poseer armas inencontrables; desde que, como reacción, la Francia oficial y todas las opiniones públicas europeas sin excepción han denunciado el unilateralismo estadounidense, se puede decir que existen dos visiones diferentes del mundo. También existen dos concepciones opuestas, dependiendo de que se desee, como Tony Blair, una Euro-América o, como Jacques Delors, una Europa al mismo tiempo social y competidora de Estados Unidos. Hay que aceptarlo, sin saber por cuánto tiempo, pero ya existe un Occidente atlántico y un Occidente europeo o, si acaso, euromediterráneo. Es decir, que Occidente ya no existe». La tesis es atractiva y, en un determinado sentido, certera. Frente a la conflictividad no convencional del terrorismo, imprevisible e irracional -Daniel destaca en su trabajo que «el suicidio ya no es temido sino reivindicado»-, la potencia hegemónica ha decidido optar por el «unilateralismo», esto es, por la anteposición de su propia seguridad a la búsqueda de cualquier consenso internacional basado en el Derecho, en los grandes principios democráticos y civilizadores. Un conjunto de países atlantistas, con el Reino Unido a la cabeza, se han sumado a esta causa, urdida por una amalgama exótica de neoconservadores que rodea a Bush, pero ciertamente la opinión pública europea -en algún caso notoriamen-te disconforme con las políticas que llevan a cabo sus gobiernos y buena parte de la norteamericana rechazan la arrogancia de Washington y presionan a favor del retorno al multilateralismo, en el que a Estados Unidos ha de tocarle desempeñar un papel eminente pero no autónomo ni desligado del marco institucional que representan las Naciones Unidas. Ante este panorama, cabe sin embargo una esperanza bastante fundada: la de que la postura desaforada de Bush frente al fenómeno terrorista, que no va a ser sometido en modo alguno por la vía de la fuerza militar -es patente que la ocupación de Irak exacerba y no contiene el terrorismo islamista-, no sea duradera. Primero, porque no existe ni mucho menos consenso intelectual en Norteamérica; la ex secretaria de Estado Margaret Albright ha explicado cómo el gobierno Clinton hubiera afrontado el fenómeno terrorista de otro modo, sin caer en la tentación de declarar unilateralmente una guerra contra Irak. Segundo, porque incluso quienes dirigen la actual estrategia americana están tomando conciencia de que sus pretensiones hegemonistas son demasiado onerosas si se emprenden en solitario. Bush empieza a percatarse de que su reelección quedará francamente comprometida el próximo año si Estados Unidos tiene que afrontar en solitario -con la débil ayuda que Londres puede prestarle- tanto la pacificación como la reconstrucción de Irak. La economía USA, que acumula un abultado déficit público, no será capaz de soportar sin grave quebranto para los ciudadanos el mantenimiento por un plazo indefinido de un gran ejército de 150.000 hombres en Irak, todavía insuficiente para cumplir la tarea asignada, ni mucho menos las grandes inversiones que serán precisas para reconstruir las infraestructuras y poner en marcha la economía iraquíes. El unilateralismo es caro, y los republicanos que gobiernan en Washington no tendrán más remedio que buscar el amparo de la ONU -de hecho, ya lo están haciendo para prorratear esfuerzos y gastos. En suma, Norteamérica no tendrá más remedio que reconsiderar su estrategia, que desdeñar el criterio del 'ataque preventivo' al margen de la legalidad internacional, que aceptar la cooperación de las democracias que componen esta abstracción llamada Occidente. Bien porque Bush no tenga más remedio que plegarse al viejo sistema multilateral -que necesita un aggiornamento para que resulte verdaderamente operativo y eficaz-, bien porque pierda las elecciones del 2004. Los Estados Unidos han dado prueba históricamente de gran flexibilidad y de una ingenua carencia de dogmatismo. La doctrina del liderazgo norteamericano establecida por el equipo de Bush no será duradera porque lo impedirá, a medio plazo, la propia sociedad norteamericana, presionada por las consecuencias económicas de aquella determinación. Y la opinión pública europea, hoy desconcertada por la novedosa disyuntiva que ha cuarteado los viejos principios geopolíticos a causa del zarpazo terrorista, terminará saliéndose con la suya. Porque, además, la lucha por medios militares contra el terrorismo internacional no será eficaz, sino al contrario. Para combatir esta lacra, hacen falta grandes dosis de inteligencia y sentido común en dos direcciones complementarias: la del ataque a las causas del fanatismo y la inadaptación, y la del perfeccionamiento de los sistemas de información policial. Los tanques y los aviones de combate no sirven para desalentar ideas ni para destruir tramas criminales. 1397124194

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