Diario de León
Publicado por
CARLOS CARNICERO
León

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TODO POLÍTICO debiera retirarse de su puesto, horrorizado, si un día se da cuenta que desconoce el precio del autobús, de un kilo de arroz y de la moneda mínima que hay que introducir en una cabina de teléfono. Es el síntoma del distanciamiento entre el elegido y el elector. Sucede por puro pragmatismo, por comodidad, por exceso de trabajo y por precauciones; quienes les rodean les quieren hacer la vida tan cómoda que se la camuflan. El político es una persona importante que define su estatus mediante la distancia que guarda con los ciudadanos. Esa liturgia tiene un pretexto sagrado: la seguridad. En un mundo violento, lleno de amenazas terroristas y delincuentes a la caza de una oportunidad, el político se protege mediante el distanciamiento. Y, ¿alguien piensa que no es razonable que un político se proteja ante las amenazas terroristas que padecemos? Suecia, al igual que algún otro país nórdico, ha sido la tozuda excepción. El político sueco pertenece a una estirpe de ida y vuelta de la sociedad civil, que cumple sus ciclos de representación y regresa al universo cotidiano. Por eso no se distancia nunca, para no perderse en el regreso. Eso ha sido hasta ahora, a pesar de que ya Olof Palme, hace diecisiete años, fue abatido al salir del cine cuando acudía, como no podía ser de otra manera, sin protección alguna. Ahora le ha tocado el turno a Anna Lindh, ministra de Asuntos Exteriores. Probablemente Anna Lindh será la última ministra de un gobierno sueco que pueda gozar de la libertad de mezclarse con sus ciudadanos, porque el precio que ha pagado la sociedad sueca con los asesinatos de Lindh y Palme ya parece excesivo. Ha sido, además de un horrible crimen, un atentado contra la maravillosa proximidad del político sueco al pueblo. Y ese crimen es igualmente irreversible. Ahora los políticos suecos sólo pueden aspirar a no olvidar que la protección deber ser sólo contra las amenazas y no contra los ciudadanos. Porque aquí, en nuestras latitudes tan castigadas por los actos terroristas, muchos políticos se protegen también contra la vida cotidiana, esa que golpea cada día a todos y cada uno de los ciudadanos corrientes solo porque no están individualmente amenazados.

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