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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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QUIZÁ SEA mucho pedir, pero el PP va a pedirles a los miembros del nuevo equipo de Gobierno de Marbella, los ocho tránsfugas del GIL, tres del PSOE y tres del PA que declaren cuál es su patrimonio. Es dudoso que lo hagan. Claro que también es dudoso que a ese equipo se le pueda llamar de Gobierno. Un mes después de las pintorescas elecciones no se ha celebrado ningún pleno y siguen paralizadas las obras legales -por sus obras les conoceréis- y las licencias de apertura de negocios y de ocupación de viviendas. Por otra parte, mal pueden revelar cuál es su patrimonio quienes no lo tienen. Lo lógico sería preguntarles sobre el que piensan tener, después de unos cuantos años dedicados a sacrificarse por la ciudad. Mostrar curiosidad por el dinero y los bienes ajenos es de pésima educación, pero en el caso de los políticos además es prematuro. La mayoría no está en disposición de contestar hasta algo después de permanecer algún tiempo en el cargo para el que fueron legítimamente elegidos. En muy variable escala, así ha venido ocurriendo siempre, ya que la naturaleza humana no es algo que pueda alterarse mediante unas siglas y un carné no garantiza que el que aparece allí retratado sea una persona decente. Si se habla de Marbella es porque se ha convertido en un arquetipo, desde que estaba hundida a pesar de ser la joya de la corona del reino turístico, y entró don Jesús Gil, como un elefante en una tesorería. Desde entonces hasta los fugaces tiempos del llamado Cachuli, a falta de otras virtudes, todo ha sido muy emocionante. En cualquier lugar de la espaciosa España, si se encontrara a alguien que después de ser concejal de urbanismo fuese pobre, habría que exhibirlo en un circo. No digo en realidad que no los haya: me refiero sólo a la dificultad de localizarlo. Lo habitual es que justifiquen su patrimonio atribuyéndolo a inesperadas herencias. Unos son ricos por su casa y otros por su Casa del Pueblo. Ya se sabe que hay tres cosas, además del dinero, imposibles de ocultar: la tos, el humo y el amor por la Pantoja.