Los invasores

LA GALAXIA Gutenberg se ha llenado de intrusos. McLuhan cuenta que en Israel los profetas habían estado generalmente en pugna con los escribas, pero ahora son los famosos los que compiten con los escritores. La biografía de Chesterton, que acaba de aparecer en nuestro idioma, la comprarán sólo algunos curiosos lectores, y la de Beckham, que también acaba de editarse, será adquirida por un millón de personas, según cálculos empresariales. De Chesterton se dijo que, para demostrar su buena educación, le había cedido su asiento en el autobús a dos señoras. En cambio, su compatriota no le cede a nadie su primer plano de la actualidad. Lo que se cotiza desde un punto de vista comercial no es la prosa, sino la fama. La hermosa y equívoca Madonna ha escrito un libro que se publicará simultáneamente en treinta idiomas. Se espera que de una sola tacada venda más ejemplares, no sólo que Simone de Beauvoir, sino más de los que vendieron todos los miembros de la generación del 27 juntos. Todo inclina a pensar que la popularidad del autor, aunque la haya logrado por otros medios, es lo que más influye en las ventas. Si Jack el Destripador hubiese contado en un opúsculo cómo descuartizaba a sus víctimas, yendo por partes, sería un best-seller , y no como las obras completas de Ramón Gómez de la Serna o de Valle Inclán, que siempre la compran los mismos, o sea, los que ya las tienen sueltas. No seré yo el que le reproche a nadie que compre un libro pudiendo haber comprado otro por el mismo p recio. Todas las emociones que suscita la lectura son auténticas, aunque las haya caras y baratas, y el que se apasiona en los ruidosos avatares de la vida de Beckham, que vaya usted a saber quién coño los ha escrito, disfruta de modo idéntico que el que lee a Shakespeare, que por cierto tampoco se sabe con certeza quién escribió lo que se le atribuye. La fama tiene a su favor con respecto a la gloria que se disfruta en vida y, al menos, se sabe lo que es. Madonna y el futbolista gozan de ella y Platón está descatalogado.