DESDE LA CORTE
Apuntes después de dos crímenes
COMO casi todo el mundo, he seguido con interés humano los crímenes de las chicas de Málaga. Como casi todos, estuve convencido de que Dolores Vázquez había asesinado a Rocío Wanninkhof. Me acerqué a Coin este verano, para pulsar el latido de un pueblo aterrorizado por la muerte de Sonia Carabantes. Y, como a casi todo el mundo, me parecen apasionantes las últimas derivaciones de esos sucesos. No sólo por lo que contienen de tenebrismo, sino por sus flecos sociológicos. Hay, por lo menos, cinco detalles que mueven a la reflexión. Primero, la responsabilidad de los medios informativos. En el mes de agosto, se han hecho reportajes de jóvenes de Coín señalados por la sospecha de ser los asesinos de Sonia. Han servido de altavoz del rumor popular, sin más base que ese rumor. Y sobre esa base tan endeble han conseguido crear un clima de sospecha, incluso de culpabilidad sobre personas inocentes. Segundo, se han efectuado procesos paralelos, cuya víctima principal ha sido Dolores Vázquez. Sin prejuzgar su inocencia, ha sufrido durante mucho tiempo un doble proceso: el del jurado popular y el de la opinión pública y publicada, sin posibilidad de defensa. Ayer mismo Antena 3 cayó en el mismo pecado: llevó al abogado de la acusación a replicar -y por tanto volver a acusar- a Dolores. Tercero, el veredicto del jurado que la condenó por el homicidio de Rocío ha tenido que ser anulado por la autoridad judicial. Todo lo que ha ocurrido después, hasta encontrar otra posible mano ejecutora, no ayuda a la imagen de esa institución, que puede resultar muy influenciable por presiones externas o el calor de los sentimientos. Cuarto, tenemos que felicitarnos de vivir en un tiempo de grandes adelantos técnicos. Las investigaciones policiales sobre restos que permiten identificar el ADN de un asesino se han convertido en el primer instrumento para detectar a los autores de un delito y para ayudar a proclamar la inocencia de otros sospechosos. La sociedad de hoy es, por ello, la más segura jurídicamente de todos los tiempos. Quinto: hay que felicitar a las fuerzas del orden en general, sin entrar en esas singulares peleas entre cuerpos, porque en este caso han efectuado un trabajo discreto, pero minucioso, con detalles como las colillas de cigarros, que resultaron fundamentales para relacionar los crímenes de Sonia y de Rocío. Y por último, se ha demostrado la importancia de la colaboración cívica. El trabajo ha sido excelente. Pero este cronista tendrá mucho tiempo una duda: ¿se habría identificado al presunto asesino, si su compañera no se hubiera decidido a denunciarlo?