VUELTA DE TUERCA
La pesadilla de Irak
EN ALGÚN momento, cuando todavía era dueño y señor de Irak, Sadam Huseín, comentó a unos periodistas que le entrevistaban que Estados Unidos no estaba preparado para resistir un goteo permanente de ataúdes de regreso a sus confortables domicilios. Los hechos le están dando la razón. Si en las zonas con mayoría chií (donde Sadam dejó muy malos recuerdos), las tropas de ocupación lo tienen relativamente fácil, en lo que ya se denomina el «triángulo suní» -Bagdad, Ramadi y Tikrit-, las cosas van de mal en peor. Ayer otros tres marines murieron en una emboscada. Es evidente que el muy invisible Sadam dejó bien atada su venganza y ha convertido en una pesadilla lo que, desde la Casa Blanca, se presumía como una operación más rápida y aséptica.