Marzo

EMPEZAMOS el año rogando por la llegada de las urnas de mayo para que municipales y autonómicas refrescaran el cargado clima político de entonces y aquí estamos, a principios de curso, otra vez marcando fecha y esperando que los idus de marzo calmen el gallinero: un vía crucis a seis meses vista con estaciones obligadas en Madrid, en Cataluña, en Andalucía y luego la gran final de las generales y europeas. Lo peor no es el atracón de carteles, eslóganes, encuestas y palabrería, sino el movimiento sísmico interno de los principales partidos, que en el Bierzo tiene tantos epicentros que hay quien anda dando tumbos de una a otra decisión, agotando la creación de grupos en el Consejo o tensando al máximo la manguera frente a tanta hoguera como se está encendiendo. Los viejos rockeros del socialismo comarcal rumian sus pesares y calculan ya sustituto para un Zapatero caído en reuniones clandestinas (qué ilusión: la vuelta a la clandestinidad por donde algunos nunca pasaron) en las que se barajan ideas tan usadas por aquí como la de inventar nuevas siglas para la izquierda berciana -ya bastante empachada de letras, la verdad-, y amenazan con volver a nuestros brazos otra vez, cumpliéndose la máxima de que toda situación crítica puede fácilmente empeorar. Aunque lo cierto es que se están cometiendo tantas torpezas desde la gestora de eterna provisionalidad que no es extraño que hasta Conrado desenfunde el guitarrón y esté dispuesto a abandonar sus cuarteles de invierno y echar un último corrido antes de marzo. Que llegue marzo, por Dios, y se coloque quien tenga que colocarse y volvamos a encontrar en los periódicos la rutina de lo cotidiano.