TRIBUNA
Hacer oposición
SEA ESTE artículo un intento de reflexión sobre la legítima y necesaria labor de la oposición que siempre, en democracia, debe ser leal y constructiva o al menos intentarlo. En primer lugar, me gustaría manifestar, -no ciñéndome estrictamente al Ayuntamiento de León-, que no es lo mismo hacer oposición, por decisión de los ciudadanos, es decir, tras haber perdido unas elecciones, que hacerlo en virtud de un pacto post-electoral, que priva del gobierno a la fuerza política más votada. En este caso, parece que entre personas normales, sean políticos o no, se supone que ello debería producir cierta incomodidad en los unos y en los otros, es decir cierta sensación de que se han cambiado los papeles. Pero el problema, se agrava aun más, cuando el pacto de gobierno post-electoral es suscrito por quien ha sido tu socio hasta el mismo momento de constituirse el nuevo gobierno. Sin perjuicio, de que la labor más coherente sea criticar democráticamente el propio pacto, lo que por cierto desquicia a los que gobiernan y a sus partidarios por la dificultad de explicar lo inexplicable. La cosa se complica aun más, a la hora de hacer oposición ordinaria, y ello por los siguientes supuestos: A) El gobierno intenta aprovecharse con más facilidad, si cabe, y no legítimamente, de todos los éxitos, realizaciones y proyectos del gobierno anterior (ejemplos sobran: parques tecnológicos o empresariales, proyectos turísticos y culturales, obras en marcha...). De ahí, que la primera labor de la oposición sea en este caso como escribió Kundera un difícil esfuerzo: «la lucha contra el poder es la lucha de la memoria por no olvidar». Es decir, refrescar la memoria, atribuir responsabilidades y hacer balance de gestión. B) En segundo lugar, el nuevo gobierno post-electoral, buscará por todos los medios destacar los errores, que sin duda los hay, de la anterior gestión, magnificándolos y endosándoles todos los males a los anteriores gestores. De esta manera, se minimizan los aciertos ajenos, se atribuyen los éxitos anteriores y se intenta legitimar solucionando problemas inexistentes o que hubieran pasado desapercibidos en circunstancias normales (ejemplo Fundación Villalar -el Ayuntamiento ya lo había debatido el 28 de marzo-, obras de Puerta Castillo, proyectos escultóricos...). En todos estos casos hay más ganas de generar problemas que la voluntad de arreglarlos que es lo que se espera del gobierno municipal. C) Otro supuesto, relacionado con el anterior, es la falta de diálogo. Ni se quiere ni se intenta, para así justificar el desconocimiento de determinados asuntos de gestión. En todo caso, eso sí, conviene dar imagen de dialogante y explotar los eslóganes: «soy socialista luego soy progresista», «soy socialista luego soy cercano y próximo», aunque con ellos, con los socialistas, normalmente haya retroceso y sectarismo. D) Finalmente, aunque se puede continuar, hay un problema añadido. Cuando tu antiguo socio de gobierno en áreas que él gestionaba, te atribuye la responsabilidad en los errores, carencias y problemas que en un supuesto normal no te debería atribuir al menos exclusivamente (por ejemplo, problemas medio-ambientales...). Pero este planteamiento es el que menos me preocupa, desde el punto de vista de la lealtad que yo predico para todos y en todas las ocasiones y circunstancias, y que por lo tanto, me obliga a aplicarlo en mis propias acciones. Es decir, aquí más importante es el ejemplo y la coherencia que la propia denuncia. No he querido con este artículo oponerme a nadie ni a nada. Sólo explicar algunas cosas en voz alta que me inquietan sobre la labor de la oposición y no con carácter exhaustivo. Al final, lo único que prevalecerá en nuestra forma de hacer oposición es nuestro compromiso con León y los ciudadanos que no van a aceptar, como nosotros, ni por pactos, ni por eslóganes socialistas, ni por prebendas, que León pierda el impulso que ha tenido estos años. León es demasiado importante para entregárselo a nadie.