Objetivo Portugal

INVESTIGACIONES científicas de toda solvencia aseguran que tan sólo 100 genes entre 30.000 diferencian al hombre del chimpancé. Pero claro, el estudio no recoge la talla intelectual de Georgie Bush, esa luminaria de la civilización cristiana elevada a la consideración de vigía espiritual de Occidente. Si se analizara en profundidad a semejante personaje, por ejemplo en cuanto a su predisposición para decir la verdad o simplemente su habilidad a la hora de comer galletas sin atragantarse, podría darse el asombroso caso de que, por primera vez en la historia de la evolución, el grado de inteligencia macaca superase al de estadistas como el esperpéntico Bush. Hablando de estultos no podemos dejar de lado a los agentes de la CIA, metafóricamente denominados miembros del servicio de «inteligencia» estadounidense. Hartos de perpetrar asesinatos en países ajenos, financiar golpes de estado de inspiración fascista que han provocado auténticos genocidios, y arruinar a medio mundo para salvaguardar los intereses económicos de sus multinacionales, ahora nos quieren enredar en un conflicto inventado con la dulce Portugal. Instalados hace tiempo en la cultura de la mentira y el disparate, los analistas de la CIA afirman que la localidad extremeña de Olivenza, reclamada esporádicamente y en tono testimonial por las autoridades lusas, debería ser declarada zona de conflicto internacional, equiparable por su peligrosidad a Gaza o Cachemira. Así que ya saben, a levantar barricadas en calles y fronteras para preparar el asalto hispano a la traidora Portugal, equipada además con armas de destrucción masiva tan mortíferas como esos melancólicos fados que arrugan el alma de pura nostalgia y tristeza.