La factura de Irak

SI LLEGAN a hacer números no hacen la guerra. La invasión de Irak le está saliendo a EE UU por un pico y por muchas palas para enterrar a los muertos en las emboscadas de Bagdad, de Ramadi, de Tikrit y de cualquier otro lugar donde los nativos no ejerciten la virtud de la hospitalidad con los soldados ocupantes. Al parecer no todos los componentes de la resistencia son patriotas humillados. Según el coronel Rudesheim, la mayoría de los que atacan lo hace por dinero. Se conocen incluso las tarifas: por hostigarles se pagan 160 dólares y si dan en el blanco diez veces más. No siempre sucede, ya que suelen atacar con lanzagranadas de difícil manejo o con explosivos caseros. Así y todo, no es posible determinar el número de bajas, ya que aumentan cada día. También crecen diariamente dentro de su país las críticas a Bush. La guerra fue un paseo militar, pero la postguerra está siendo una comitiva fúnebre. Para acabar de arreglarlo, además de hablar de luto se está hablando de dinero. El Emperador le pide a la comunidad internacional 50.000 millones de dólares, ya que debe compartir la carga que supondrá la reconstrucción de Irak, cosa que en opinión de algunos sería innecesaria si no hubiera sido previamente destruido. Según cálculos del Fondo Monetario Internacional, el importe total de la factura será de 70.000 millones más IVA. También a nosotros nos va a costar una pasta. Blair y Aznar, que se llevan no sólo como hermanos sino como cómplices, acaban de ratificar su apoyo a las tesis americanas. Ya no se habla de las terribles armas de destrucción masiva que nunca aparecieron. Ahora se habla de la terrible fuerza militar multinacional que va a aparecer. Todo empezó como sabemos, cuando se abatieron las Torres Gemelas, pero ahora nos dicen que Al Qaeda planeaba estrellar más aviones. Bin Laden se mostró comedido y decidió al final reducir los ataques por miedo a fracasar. Aunque el 11-S hubiera sido mucho peor todavía de lo que fue, la venganza sería más o menos la misma.