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Publicado por
VICENTE PUEYO
León

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SE DIRÍA que lo de la propuesta independentista de Ibarretxe tiene algo de foro y oferta, una ceremonia como la que ayer se repitió en la Catedral y que, como se sabe, es un pugilato verbal en el que nadie llega a las manos porque los dardos salen del carcaj de la oratoria y, al final, todo termina en un cordial desacuerdo. Y así por los siglos de los siglos. El famoso y supuestamente bienintencionado plan presentado por el lendakari, cuya marcada tonsura le confiere un cierto aire solemne y litúrgico, parece insistir en la idea de que «si estamos aquí con vosotros es porque nos da la gana; ninguna obligación tiene un pueblo soberano de rebajarse o de dorar la píldora a nadie». Ese «todo con vosotros pero sin vosotros» que podría resumir la posición de Ibarretxe es, sin duda, caldo de cultivo de ceremonias verbales ancestrales, suculento banquete de tertulianos insaciables, un insufrible más de lo mismo que aburre a las frisonas y que acaba dibujando una imagen distorsionada del común de los vascos que, -como no puede ser de otra manera-, es variopinto en su pensamiento, en su ideología y en su concepción de la sociedad y de la vida. Porque ocurre que el lendakari marca una línea y una estrategia y la vende como si detrás de su bandera le siguiera el país entero prietas las filas y las meninges. Una propuesta que se fundamenta en la entelequia del pueblo soberano olvidando que la auténtica soberanía reside en los ciudadanos, en los individuos. Esta oferta, en fin, del lendakari y del resto de la curia de Ajuria Enea no persigue la concordia sino que es la rúbrica de una deslealtad de gran calibre. Nadie en su sano juicio puede explicarse cuál es la bondad de un proyecto ladino que, aquí y ahora, no sirve sino para desestabilizar la convivencia; una convivencia que ha sido trabajada con mucha dificultad y ahínco en los últimos años y que sigue siendo un objetivo mucho más preciado que ese agujero negro en el que estos canónigos del caos quieren introducirnos.

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