Diario de León

TRIBUNA

El año de la memoria de Félix Gordón Ordás

Publicado por
MANUEL RODRÍGUEZ GARCÍA
León

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LA VETERINARIA española celebra todos los años su festividad el 4 de octubre bajo la advocación del poeta de Dios, Francisco de Asís. El humilde «Poverello», como es conocido haciendo alusión a su compromiso de pobreza y de bondad, con su gran amor a la naturaleza nos habría enseñado lo importante que es el respeto y el cuidado de todas las vidas. Fue también proverbial su preocupación por el equilibrio entre plantas, animales y seres humanos; sería por ello el primer gran ecologista o, al menos, el primer gran precursor de la ecología. Éstos son algunos de los motivos por los que los veterinarios lo hayamos elegido como nuestro patrón. La brillante realidad de la Veterinaria actual es el fruto de los cambios y las transformaciones experimentados a lo largo de los tiempos. Su historia pertenece a la historia de la humanidad y ha ido pareja con ella. El veterinario de hoy no se parece en nada al de ayer y seguramente no se parecerá en nada al de mañana si no es por un mismo afán en el cuidado de los animales y su interacción con los hombres, aunque en cada etapa exista un marco conceptual definido, con valores y prioridades para cumplir sus actividades y funciones en las mejores condiciones y acordes con la época correspondiente. La Veterinaria de comienzos del pasado siglo XX arrastraba una pesada carga, debida, entre otros factores desfavorables, a la escasa o nula valoración del trabajo veterinario. Su formación adolecía de defectos y las Asociaciones profesionales eran inoperantes. La sociedad española desconocía el potencial científico, técnico y económico de la veterinaria en España. La voz autorizada del gran sabio don Santiago Ramón y Cajal comenzaba a reconocer la valía de nuestros veterinarios y decía: «Sonroja pensar que hay gente que menosprecia la veterinaria moderna, tan digna de todos los respetos y consideraciones y que tanto puede influir e influye en la riqueza y la salud de los pueblos». En este panorama de atonía y pesimismo surge providencialmente la figura del ilustre veterinario leonés Félix Gordón Ordás (1885-1973), auténtico referente y pilar fundamental de la veterinaria española del siglo XX. Se le reconoce como un gran innovador de la profesión y un luchador infatigable a favor de una ciencia y una práctica veterinarias más modernas y europeas y, al mismo tiempo, siempre al servicio de los ciudadanos. Todo ello redundó en pro de la dignificación de la profesión, después de haber reformado profundamente la formación académica del veterinario, haciendo de la investigación su principal eje. En este caso la historia ha hecho justicia. El innovador plan de estudios de Gordón ha servido como modelo para diseñar las enseñanzas actuales. Y demostró, en muchos de sus proyectos y realidades, que era un adelantado a su tiempo. Evidentemente la magnitud de la obra que nos ha legado ha enriquecido todas las áreas de esta disciplina. A partir de entonces el futuro de la veterinaria, como ciencia y como profesión. Inicia una evolución histórica de progreso. Entre sus creaciones destaca por su importancia la Dirección General de Ganadería e Industrias Pecuarias (1931) ya que en ella se plasmaría el proyecto de la renovación integral de una veterinaria más moderna y científica. La fortaleza y la trayectoria de sus convicciones apoyaron la lucha constante hasta el último momento de su vida para diseñar y conseguir un nuevo y más considerado estatus para la profesión. A toda esta ingente tarea de Gordón Ordás le siguió primero el silencio y luego el olvido y la ingratitud. Muchos aspectos de su vida nos fueron hurtados. Sólo hace pocos años comienzan a resplandecer en todo su valor. Y uno de los principales artífices de este feliz redescubrimiento por parte de la sociedad española ha sido el profesor Miguel Cordero del Campillo. Ya en 1996, la Universidad de León homenajeó a dos antiguos Alumnos de Veterinaria, a dos ilustres leoneses, F. González Ordás y Santos Ovejero, recuperando su memoria con un acto académico, en el transcurso del cual se colocaron dos placas en la Facultad de Veterinaria para ejemplo de las futuras generaciones. Sin embargo, ha sido en estos últimos meses cuando se han dado pasos decisivos para su total reconocimiento. El Ayuntamiento de la capital le dedica una calle y en diciembre pasado le restituye el título de Hijo Predilecto; el Colegio Oficial de Veterinarios de León le vuelve a nombrar presidente de Honor y el Consejo General de Colegios Veterinarios de España le concede también el mismo título de presidente de Honor. La Fundación leonesa Vela Zanetti se ha unido a estas distinciones con la publicación de dos libros: «Intercambio epistolar entre el pintor Vela Zanetti y Gordón Ordás» y la magnífica biografía del doctor veterinario guipuzcoano J.M. Etxaniz Makazaga, «Félix Gordón Ordás y sus circunstancias». A todo ello se suman los emocionados actos académicos de homenaje en la Facultad de Veterinaria, que contaron con la presencia de su hija, así como la inhumación de sus cenizas y las de su esposa que reposan ya en esta tierra que le vio nacer, después de 30 años de su muerte en el exilio mexicano. Se ha restaurado el honor de quien tanto amó a la Veterinaria, a León y a España. Son elocuentes la palabras que Victoriano Crémer ha escrito sobre él: Gordón Ordás es «uno de los dos ó tres leoneses inmensos, ciclópeos, merecedores de figurar en capítulo aparte de la historia... verdadero monstruo de saber, orgullo de León». En este año de la memoria de Félix Gordón Ordás, que tanto hizo por una nueva imagen de la veterinaria «como ciencia de la vida al servicio del hombre y sus circunstancias», sigamos los anhelos de nuestro patrono Francisco de Asís: «Paz y bien».

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