Diario de León
León

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SOLDADOS de Salamina» es la candidata española para competir por el Oscar a la mejor película extranjera.  De un gran libro surgió una buena película, aunque uno crea que al cine español le falta ese dinero que permite mostrar  tres  tanques y un corneta.  Libro y película nos hacen reflexionar sobre qué es eso llamado derrota. En los años ochenta, Vela Zanetti, quien luchó como teniente en el bando republicano, escribió a una amiga del exilio: «Yo no soy un héroe ni un mártir. Sencillamente porque ninguna de las dos cosas son para la medida humana. Quiero vivir independiente hasta donde pueda, justo ahora que nadie me controla. Acepto una derrota política o militar, pero no quiero ser derrotado espiritualmente».   Y ese es precisamente el anhelo moral que recorre «Soldados de Salamina».  Pero en España, a todo éxito multitudinario, y el libro lo ha sido, le salen enseguida los apagafuegos. Algunos esgrimieron que se hacía atractiva en exceso la figura del falangista Sánchez Mazas, lo que no es verdad. O que igualaba a vencedores y a vencidos,  lo que es menos verdad aún. Algún erudito denunció que el escritor falangista no se salvó fortuitamente de ser fusilado,  sino que se le dejó huir porque delató a quintacolumnistas.   Libro y película han aportado al gran público un mensaje novedoso sobre la guerra civil, pues sin despojarla de su tragedia, de su halo de pintura negra de Goya,  carecen del maniqueísmo simplón que caracteriza a casi todas las ficciones sobre aquella contienda.  En «Soldados de Salamina»  una batalla que se pierde en el frente puede ser ganada mucho después en la vida, o al revés. Libro y película hablan de los héroes olvidados, de la ingratitud  hacia nuestros mayores, de la sacralización del presente,  en definitiva, del misterio de la condición humana.   Una epopeya del perdedor. Sin tenebrismos ramplones, sin elducoramientos. Buen cine. Ético y estético.

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