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Publicado por
LUIS DEL VAL
León

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EL CILICIO suele ser una pieza que hace sufrir y se mantiene oculta, que hiere la carne para no caer en sus debilidades, pero de cuya existencia sólo tiene constancia el confesor. El Partido Popular, en cambio, posee un cilicio que le hace sufrir a la vista de todos, que lacera su retórica, exalta sus contradicciones y recuerda que la carne de los partidos es débil y propicia a caer en la tentación. Este cilicio evidente se llama Romero de Tejada, y los dirigentes del partido han decidido mantenerlo en su puesto por una cuestión de principios, de malos principios naturalmente. Estoy convencido de que el ciudadano Romero de Tejada no tuvo demasiado que ver con la calculada espantada de los dinamiteros compañeros socialistas que han obligado a repetir las elecciones, pero las flaquezas de su memoria, que le impiden recordar la empresa que le paga las cuotas de la seguridad social, le convierten en una persona escasamente idónea para ocupar cargos en los que la memoria resulta necesaria. Cuando el Monte del Pilar era una zona rústica, protegida, y su propietario, el señor Oriol, decía que Dios le había encomendado la sagrada misión de cuidar de esos encinares,a los vecinos de Majadahonda estábamos convencidos de dos cosas: que los Oriol hablaban directamente con la divinidad, y que ningún alcalde de Majadahonda podría cambiar el uso del monte. Pero el señor Romero de Tejada logró las siguientes cosas: convencer a los Oriol de que no habían interpretado bien a Dios, cambiar la calificación de una zona rústica en urbana, y aumentar la fortuna de los Oriol. Con estas facultades hermeneúticas para el lenguaje divino y para cambiar de uso el suelo no me extraña que recibiera el reconocimiento de su partido. Pero una vez demostrada su afasia al olvidar de dónde cobra y por qué, se ha transformado en un cilicio tan sangrante como evidente.

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