El «mal francés»

NUNCA Francia ha sido un aliado desinteresado de España y en los últimos cincuenta años sus gobernantes nos han mirado siempre por encima. Ha habido momentos de cooperación política -con importantes contrapartidas económicas- y épocas en las que han puesto todo tipo de obstáculos a la evolución española. La cooperación antiterrorista es, en los últimos tiempos, lo único que va bien, tal vez porque ellos saben que ese no es sólo un problema que amenaza a España. Pero ahora Giscard anda empeñado en quitar todo el peso posible a la España europea y Chirac, que no parece capaz de cambiar el rumbo interno, se ha ido a Marruecos a tratar de ganar cuota y, de paso, crear otro problema a España. Giscard ama España para cazar y la desprecia para casi todo lo demás. Chirac sabe que una España potente, económicamente en crecimiento y con buenas relaciones con Estados Unidos -tan buenas como malas son las de Francia- es un peligro. Si, además, España cumple los compromisos de la Unión Europea y exige que Francia lo haga también, las cosas se complican aún más. Así que un viaje a Marruecos, una declaración de apoyo a su política contra la independencia del Sahara y otras cuestiones, abre un flanco peligroso para la democracia española. Si no puedes vencer al enemigo -perdón, al aliado-, al menos debilítale. Francia es un país en decadencia, con una administración anticuada -recuerden el caos de la sanidad pública este pasado verano-, que vive de su pasado, que tiene serios problemas económicos, con un paro que ya es similar al español -cuando hace pocos años era la mitad- que no vende una rosca en Estados Unidos y que no se resigna a perder el poder europeo. No es bueno que Francia, como Alemania, sea una potencia inestable. Pero no se puede vivir de 'la grandeur' y menos a costa de los demás. España no debe esperar nada de Giscard y no demasiado de Chirac. Así que atención a los movimientos del vecino francés. Son expertos en convertir el «mal francés» en una enfermedad de otros.