Diario de León
León

Creado:

Actualizado:

DICE la socialista Chacón que Rajoy es «fan de sí mismo». La frase es buena por ingeniosa, pero no sé si es  precisamente a este político a quien más le cuadra. Por ejemplo, la encuentro más aplicable a Rato o a Cascos. O a Felipe González. No digamos a un Jesús Gil. Sin entrar en nombres concretos, ser fan de uno mismo implica mucho más que tener cierta autoestima, es darle día y noche al apoteosis del yo. Producirse flechazos no está al alcance de cualquiera.  Hay que quererse a uno mismo, sí, pero con amor platónico, sin llegar a declararse. Conocí a uno que se puso el mote de Juanito Perfecto, porque según él daba el canon griego; lástima que las mujeres no fueran de la misma opinión. Vale, ciertas dosis de autombombo son necesarias. Nada hay más sano que levantarse y exclamar ante el espejo: ¡Venga, Manolo, a comerte el mundo!  Pero sólo hasta ahí. En el político, la vanidad profesional es absurda porque sus logros son siempre reflejo de una confianza en él depositada, méritos de un equipo, de unas circunstancias, en definitiva de una suma de factores, que hacen posibles los propios.  Además, el término líder lo asocio al paso de la oca. Los asesores de imagen le dan mucha importancia a eso de ser fan de uno mismo, pues entienden que contribuye a que los demás también lo sean. Tonterías. Lo cierto es que la vanidad excesiva anula las mejores cualidades del político, al limitar su capacidad para ver los propios errores y, por tanto, para corregirlos. El político vanidoso termina pidiéndose autógrafos. Pero admirarse a uno mismo, más allá de reconocer que se tiene la nariz de Rock Hudson o las entradas de Kevin Costner, resulta grotesco. Es ser a la vez Titanic e iceberg. Directito al naufragio.

tracking