EL RINCÓN
Mañana serán hombres
EN TODAS las épocas se ha hablado con alarma de «los niños de ahora». Debe de ser uno de los temas favoritos de conversación de las personas mayores, pero la verdad es que quizá en este momento histórico esté justificada esa obsesión. Casi cien mil menores fueron detenidos el año pasado en España, la mitad de ellos por robos con fuerza y con violencia, que son mucho más notorios que los que cometen los adultos en los despachos enmoquetados. Un número escalofriante, sin duda, pero lo sería en mayor grado si le añadiésemos el que forman los menores que no fueron detenidos. El Ministerio de Justicia ha acometido la reforma de la Ley del Menor, pero todos sabemos que sus acometidas son resistibles. Los juristas dicen que se trata de una ley que además de cara es «buena en esencia y pésima en su ejecución». La revisión de los criterios de edad penal se presta a muchas discusiones y eso de crear reformatorios para mayores de 18 años es como crear asilos para mayores de 45. La edad no hace al tiempo, pero en algún sitio hay que establecer la frontera de las responsabilidades. Por eso se dan casos tan cruelmente pintorescos como el de ese joven criminal al que le faltaban dos horas para cumplir 18 años cuando participó en el asesinato de la Villa Olímpica. Por sólo 120 minutos de diferencia se le aplicará otra norma y dada su edad podrá cruzarse muy pronto en la acera con los padres de la joven que violó y quemó cuando aún estaba viva. No todo el mundo cree que el ser humano sea corregible, pero quienes admiten esa posibilidad recomiendan empezar pronto. No está sucediendo así entre nosotros. Más de la mitad de los escolares reconoce que se falta a la autoridad de los profesores. Es una manera suave de decir que tiene suerte el profesor al que al final de curso no le haya pegado un par de hostias algún alumno. Ocho de cada diez estudiantes aseguran que hay compañeros muy conflictivos que impiden dar clase. Mañana serán hombres. O no. No es el camino para llegar a serlo.