Diario de León
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León

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Conocí a Luis Pastrana a raíz de un trabajo que yo estaba preparando sobre el escritor Luis Mateo Díez y me interesaba, sobre todo, información sobre la estancia del escritor en la ciudad de León a mediados del pasado siglo. A partir de ahí, nuestros encuentros se debieron a que siempre le veía en la Biblioteca Regional del Instituto Leonés de Cultura. No era por casualidad. Allí era donde él estaba casi siempre, rodeado de libros y periódicos antiguos sobre León, que era donde más le gustaba estar, donde disfrutaba y saboreaba cada palabra, cada línea y cada página que leía. Aunque tenía un despacho en el viejo consistorio de San Marcelo, se le encontraba más frecuentemente en el Edificio Fierro. No se me olvidará nunca que se sentaba en uno de los sillones de la primera mesa de la sala de investigadores de la biblioteca y que llevaba siempre una pequeña carpeta con folios blancos, donde anotaba aquellos datos polvorientos y olvidados durante años en las estanterías que luego convertía en preciosos libros sobre nuestra provincia. Escribió sobre los temas más variados, desde las tradicionales Cabezadas a los puertos de la provincia, y siempre lo hizo igual de bien. Nos descubrió los secretos mejor guardados de León. Me temo que serán, y seremos, numerosos los que le echaremos de menos y extrañaremos no verle en la Biblioteca Regional cada mañana. Los ya amarillentos Proa, que creo que eran los que estaba consultando últimamente, volverán a cubrirse de polvo durante este fin de semana y ya no serán acariciados por las manos de Luis. A todos los que tuvimos el placer de conocerle nos quedará de Luis Pastrana un buen recuerdo. El de un magnífico cronista, un hombre sencillo y bueno. Interesado, hasta límites insospechados, en todo lo que tuviera que ver con León y su provincia. Conocedor de la historia y las historias de su tierra. Y sobre todo, el de un gran leonés que presumía y estaba orgulloso de serlo. Víctor del Reguero (Villablino).

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