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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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YA ADVIRTIÓ Ortega sobre el derecho de las masas a imponer su vulgaridad, que en el caso de Rocío Wanninkhof y la principal encausada de su asesinato, Dolores Vázquez, ha consistido en inclinar el pulgar hacia abajo en gesto de precipitada y al parecer injusta condena. El jurado popular así lo entendió, sabiamente guiado por la chapucera investigación policial, hasta que instancias judiciales superiores anularon la vista al no existir una sola prueba que relacionase a Dolores con tan tremendo crimen. Durante todo este tiempo la sospechosa ha sido asada en el fuego lento de la calumnia, aireando sus vergüenzas en miles de horas de televisión y poniendo su vida al rojo vivo del desprestigio y el odio más cerril. Ahora, tras la autoinculpación de Tony Alexander King, un asesino que ha ido repartiendo su sucio y pervertido semen por la costa malagueña, era de esperar que Dolores Vázquez fuera rehabilitada en su honor, al quedar patente que tan sólo ha sido un peón en el fatal tablero de la perversión humana. Pero no es así. El ministro Ángel Acebes saca pecho en el barullo y, tratando de cruzar la infección sin contagiarse, ha soltado en el Congreso un rollo-repollo de no te menees, justificando el tremendo error con el insólito argumento de que Dolores reunía un «perfil delincuencial». En primer lugar, ¿qué características en la personalidad de una mujer que ha sido entre otras cosas directora de hotel, nos indican su propensión a convertirse en carne de horca? ¿O no estará más bien relacionado el tema con su condición de lesbiana? Si esto es así, como muchos nos maliciamos, sólo le queda a Dolores Vázquez recordarle al ministro aquel simpático eslogan que se hizo famoso en la época de la liberación sexual: «Yo no soy lesbiana, pero mi novia sí». A ver qué dice el espabilado de Acebes.

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