Un arreglo y un desarreglo

COMO TODO llega, por fin le ha tocado el arreglo al pasaje del Cine Mari, que olvidará sus xilofónicos sonidos de baldosa. Es curioso, pero ese pequeño tramo de calle, en lugar harto transitado, ha soportado estoicamente los charcos y mojaduras que producían sus rotas baldosas al ser pisadas en días de lluvia. Y lo ha hecho durante muchos años, porque esa calle peatonal, primera de hace muchos años, tuvo la desgracia de no contar con personal cualificado para pavimentar el suelo. Afirmo esto porque asegurar que los trabajadores que lo hicieron sabían de qué iba no deja de ser una broma de mal gusto, que se pagó con dinero de todos y que todos hemos sufrido pacientemente hasta ahora. Es de esperar que el fallo no se repita y que la musicalidad del pasaje pase a mejor vida y nos olvidemos de los sonidos dodecafónicos y de las mojaduras por mucho tiempo. Pasando a otro tema, y por si acaso le va llegando ya la hora, vuelvo con el jardín «colgante» de Papalaguinda. No hace mucho pedí su arreglo aquí mismo y eso que creía que estaba mejor. Si pasas con el coche te parece ver que está agrietado y mal, pero andando contemplas el desastre en su auténtica dimensión y no entiendes que eso pueda pasar en una zona céntrica de nuestra capital, muy vista además porque todavía sirve de aparcamiento gratuito, lo que hace que muchos de nuestros visitantes la conozcan. No es que las escaleras estén destrozadas, ni que la vegetación crezca sin control. Es que hay auténticas zanjas, a modo de trincheras, con la tierra amontonada al lado y todo lleno de basura y desperdicios, porque el servicio correspondiente limpia el paseo tras los mercados y el rastro, pero los jardines al parecer no son de su competencia y allí hay de todo. Insisto, no pido una remodelación completa, sino limpieza y cuidado de esa zona, tan abandonada como otras muchas. P.D. Me alegro que se haya decidido mantener todo el año la iluminación interior de la Caterdral.