LA VELETA
Hacer el ridículo
LO PEOR que le puede suceder a un político, o a cualquier otra clase de profesional, es que no se lo tomen en serio, que sirva de chacota y de hazmerreír a la ciudadanía. Y eso le sucede a Artur Mas, conseller en cap y candidato de Convergencia i Unió (CiU) a la presidencia de la Generalitat de Cataluña, con su sorprendente iniciativa de que los atletas catalanes pudieran competir bajo bandera andorrana en pruebas internacionales. Don Arturo ha hecho el ridículo, por lo menos, en tres idiomas: el catalán en que pronunció su peculiar oferta, y el castellano y francés de los países vecinos al enclave andorrano, que aún no sabe si lo de don Arturo es una broma de mal gusto o una pretensión de estrambótica OPA política. Desde luego, no se puede decir que haya cosechado vítores y aplausos. Los más prudentes, que están en sus propios alrededores de Convergencia i Unió, prefieren callar y mantenerse serios, para no cooperar a la crucifixión y entierro de don Arturo. Quienes nunca se mostraron entusiasmados con el delfín de don Jordi han hallado una ocasión de oro para, incluso, el insulto puro y durísimo: se han podido escuchar toda suerte de descalificaciones nada suaves ni benevolentes o caritativas con el candidato que se ve en la necesidad de recurrir a barbaridades para conseguir un titular de periódico. Aseguran en medios políticos que cuando en el consejo de ministros del viernes se consideró la propuesta convergente hubo una cierta pugna dialéctica por comprobar quién hacía la gracieta más ocurrente a costa de don Arturo. Algunas tertulias radiofónicas y televisivas también compitieron por ver quién provocaba mayor hilaridad. Pero lo más suave fue referirse a la ocurrencia, y atribuirla a los ardores que provocan las carreras electorales, sobre todo cuando uno no consigue situarse en primera posición. Artur Mas, cuando menos, ha explicado la posición del nacionalismo más cerril: les da igual cualquier otra bandera siempre que no sea la española. Es un nacionalismo auténticamente de exclusión. Y una vez que los andorranos han puesto esa cara de pocos amigos, no hay que excluir que don Arturo haga un nuevo guiño a Gibraltar. O al Vaticano. O incluso al condado de Treviño, (con perdón...)