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PACO MORA
León

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SE CUMPLE ahora un año del desarrollo reglamentario de la nueva Ley de Jubilación que implantó la jubilación a la carta, recogiendo el derecho del trabajador a combinar vida laboral y jubilación, por ejemplo, a trabajar por la mañana y cobrar media pensión. Los primeros resultados sobre la aplicación de esa Ley apunta a que fue una medida acertada. Para retener en el mercado laboral a los que llegan a los 65 años se estableció un sistema de incentivos, destacando que por cada año que se siga trabajando y se retrase la jubilación aumentará un dos por ciento el importe de la pensión futura, hasta el tope de la pensión máxima (hoy 27.852 euros al año) y sin un límite de edad, al menos de momento. Muchos opinaron que era un brindis al sol, pues lo que todos los trabajadores quieren es jubilarse, pero no ha sido así. El número de personas con 65 años que decide seguir trabajando está por las 15.000 anuales, según las primeras estadísticas disponibles, lo que supone un ocho por ciento del total de jubilados. Además es una medida que refuerza el futuro del sistema público de pensiones. En España la esperanza de vida de los hombres es de más de 74 años y la de las mujeres de más de 85 años y son de las más altas del mundo, por lo que el número de personas con más de 65 años se incrementará con fuerza en los próximos años. Hay estudios que dicen que en el 2011, superado ya el bache de la baja natalidad derivada de la Guerra Civil, habrá por primera vez más jubilaciones que incorporaciones al trabajo, lo que será una amenaza para el pago futuro de las pensiones. Por ello habrá que alcanzar algún acuerdo para quebrar la marcha del gasto de la Seguridad Social, y no está mal empezar por retrasar la edad media real de nuestras jubilaciones (hoy es de 62,8 años), además de aumentar el número de años para calcular la pensión, ser menos pródigo con los regímenes especiales o propiciar el cambio a un sistema mixto de pensiones.

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