Sillones vacíos

LA VERDAD es que la mayoría de los señores diputados sólo tiene una forma de brillar en el Congreso: por su ausencia. Nunca sabremos quienes son los más elocuentes parlamentarios porque no parlan más que en la cafetería y por desgracia eso no se retransmite por televisión. Aunque sepamos que muchos son prescindibles para el buen gobierno de la nación, parece algo excesivo el número de rabonas que hacen, también llamados novillos. Estas palabras -rabonas, novillos- son de uso realmente común entre escolares, pero no debieran circular entre sus señorías, a las que consentimos que sean más o menos torpes, pero no nos gusta que sean díscolos y mucho menos que sean traviesos. ¿Cómo es posible que casi cien diputados de los 350 de la Cámara Baja estuvieran ausentes durante la votación de la reforma de la prisión preventiva? La respuesta es muy fácil. Por dos razones: porque tienen mucho morro, aunque no sepan hablar, y porque cobran lo mismo. Es probable que se esté mejor en la calle que en el Congreso. Por lo menos existen más posibilidades de observar rostros apacibles. Además, el otoño madrileño es benigno. Las estatuas ecuestres de Felipe III y Carlos III están sometidas a procesos de limpieza y reparación. Se ha inventado un sistema aproximadamente nazi para espantar las palomas: un hilo que descarga pequeñas corrientes eléctricas impide que se aposenten sobre los pétreos monarcas. Ya se sabe que las cagadas de las palomas son tan corrosivas como el vitriolo, pero es muy arriesgado el procedimiento, ahora que la paloma del Espíritu Santo ha emprendido previsoramente el vuelo hacia Roma. Decía que los señores diputados puede que estuvieran paseando por Madrid, en vez de asistir al Congreso. El caso es que por culpa de ellos y de sus culos de mal asiento no se pudo aprobar la reforma de la prisión preventiva, que tanta falta hace. Ya nadie tiene tiempo para escandalizarse, pero no deja de ser raro que hayan luchado tanto por un sillón para luego dejarlo vacío. Cuero. Mucho cuero es lo que les gusta.