EN BLANCO
Egoísmos
MIENTRAS la subasta de promesas electorales alcanza su punto culminante en estas últimas horas de Madrid, y se brinda al sol por unos pisos más baratos que el precio de lo que cuesta construirlos, o una asistencia sanitaria al nivel de los millonarios de Florida, la tribu mundial de los negocios y de la reúne cerca del aeropuerto de Barajas para tratar de observar cómo se puede ganar dinero y se reconstruye Irak (también por este orden). Y, en tanto la capital de España se convierte en capital del mundo, Silvio Berlusconi dice que España es egoísta, porque se opone a ser ninguneada en la nueva Constitución Europea, redactada por ese despectivo francés que jamás movió una mano para detener a un asesino etarra refugiado en las Galias. Sí, Giscard. En efecto, España es egoísta. Lo fue al apoyar a Estados Unidos en la guerra de Irak, que no fue por motivos éticos o idealistas, sino políticos y pragmáticos cuya rentabilidad ya ha comenzado con la sede de la conferencia, pero es que ninguno de los países de la Unión Europea se mueve por excelsos ideales, sino por intereses económicos y políticos. Es egoísta Francia cuando defiende el déficit presupuestario, que pued e hacer tambalear el euro y la economía de la Unión, porque prefiere el mal de todos que rebajar unas prestaciones sociales que no puede permitirse, y es egoísta Alemania por lo mismo, o peor, porque ya no se sabe si Schroeder defiende los intereses de Alemania o sus particulares intereses electorales. Incluso los habitantes de España, Francia y Alemania son egoístas, y si pagan los impuestos no es por compasión con los viejecitos y sus pensiones o por solidaridad con el prójimo, sino para evitar la multa o la cárcel. Es más, un ciudadano particular puede ser generoso, desprendido, idealista, y conviene que los haya, pero nunca los representantes de los países, porque ni siquiera los compatriotas idealistas dejarían de afeárselo.