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León

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QUIEREN inaugurar el jacobeo 2004 antes que nadie y se han constituido en unánime comisión peregrina para retener en Ordoño II al mismísimo Banco de España. Los munícipes, aguerridos hombres del mundo político, ya tienen preparado el báculo para pedir alivio a los santos banqueros, el verdadero poder junto a las grandes empresas, del mundo mundial y galáctico. Están dispuestos, eso dicen, a dejarse la piel por una sede porque se les viene abajo todo ese cuento de la capital financiera que a Juan Vicente Herrera le chirría en los oídos cada vez que aparece en la prensa porque alienta la disputa León-Valladolid. El Banco de España tiene previsto cerrar para siempre sus puertas en León a la vuelta de las elecciones generales o para ser más precisa, el 31 de diciembre de 2004. De aquí a entonces correrán ríos de tinta desgarrada por el fatídico destino de la ciudad venida a menos en favor de la capital real de Castilla y León. Puede que el Banco de España sea un símbolo, pero hay que aceptar la tozuda realidad y reconocer, con la gente viajada, que en León hay que esperar dos días cuando se trata de comprar dólares u otras divisas (con Banco de España y el centro de León plagado de flamantes sucursales de los grandes bancos galácticos). Lo de la comisión peregrina me recuerda a aquellos episodios de los políticos catalanes, en vísperas de una exposición universal de finales del siglo XIX, que con relata con maestría Eduardo Mendoza en La ciudad de los prodigios . Pasaban días y semanas en los pasillos de los ministerios para no resolver nada. Al fin y al cabo el héroe es Onofre Bouvila, un joven que llega a Barcelona para repartir panfletos anarquistas en las obras de la Exposición Universal y acaba convertido en un influyente hombre de negocios. Así siguen siendo los héroes de nuestro tiempo: triunfitos, artificieros de la imagen, ladrilleros con visión inmobiliaria, ejecutivos con sustanciosas stock options para afrontar una feliz jubilación. Lo demás son cuentos.

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