Diario de León
Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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LA MUERTE de un hombre es también el fracaso de su ángel, escribió una vez sobre el mar de Málaga Rafael Pérez Estrada. El de Manuel Vázquez Montalbán era un ángel laico, regordete y guasón, que abandonó al escritor en la soledad de un aeropuerto lejano lleno de pájaros para solucionar de forma magistralmente literaria el trámite final. Esta semana hemos estado más huérfanos que nunca y hemos ido a la biblioteca a quemar en la hoguera de la memoria algunos libros amados. En junio del 85 Vázquez Montalbán anduvo por el Bierzo en una jornada pantagruélica y felizmente agotadora. Él ya nos había regalado el más hermoso eslogan publicitario que pudiéramos imaginar: «piérdete en el Bierzo un día; es una región mágica que a veces desaparece sin que te des cuenta». Y nosotros le pagamos exprimiendo con gula unas horas a su lado: visita a los cielos abiertos del Bierzo Alto, columna para «El País» escrita con precisión de orfebre bajo el retrato de Marx con que Laudino García adornaba su despacho de alcalde, firma de libros -no más de media docena- en una librería de minorías de la Calle del Reloj¿ Quizá todavía hubo tiempo para alguna charla pública y un par de sentadas etílico-gastronómicas que Manolo aguantó con resignado estoicismo. «Se abandona el marxismo y se acaba creyendo en el zodiaco», me dedicó un amigo una de aquellas historias de Carvalho escritas por un comunista convencido que componía poemas de amor a las muchachas sin flor, teorizaba sobre la revolución pendiente en libros deudores de la tradición americana y que un atardecer de principios de verano, camino de Cacabelos, me cantó muy bajito «hay que aprender a querer y a vivir para no arrepentirse después de lo que pudo haber sido y no fue».

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