DESDE LA CORTE
Como la afición del Atlético
MADRID es mucho Madrid, pero no deja de ser una autonomía. Aquí lo que mola, aunque se niegue, es proyectar los resultados hacia las próximas generales. Lo hizo Zapatero, niega hacerlo Rajoy, pero Ruiz Gallardón le dijo al comentar la mayoría absoluta de Esperanza: «Esto será lo que ocurrirá en marzo». Y si no, imagínese usted lo que hubiera ocurrido si el PP hubiera perdido el domingo la mal llamada «joya de la Corona»: nadie estaría invocando «la primera victoria de Rajoy», y Zapatero sacaría pecho como próximo presidente del gobierno. A mi juicio, el domingo hubo un acontecimiento importante: el PSOE salvó los muebles. ¿Recordáis la última encuesta del CIS? Vaticinaba una hecatombe. Y encima, fuentes del gobierno aseguraban que se había tratado de «dulcificar» las previsiones para no «desmovilizar» al electorado. Si, además, se tiene presente que las ofertas de Simancas resultaban irrisorias y que nunca llegaron a superar el ridículo de llevar a Tamayo y Sáez en sus listas, se puede concluir: hubo algún milagro, quizá de la Madre Teresa, que no en vano es la protectora de los pobres. Con el recuerdo de todo eso, el PSOE ha perdido, pero menos de lo previsto. Y una derrota más pequeña de lo esperado es casi una victoria; por lo menos, una «dulce derrota», expresión a la que están acostumbrados los socialistas desde que Aznar les quitó el gobierno en 1.996. La lección política de ese prodigio es que el socialismo tiene una base electoral como la afición del Atlético de Madrid: admirable. Por mal que jueguen, no fallan nunca en el Manzanares. Los votantes del PSOE son igualmente fieles: por mal que lo hagan sus líderes, por muchas pifias que cometan, siempre acuden con sus papeletas a votar. Aguantan las faenas de los árbitros, tienen la impresión de jugar en campo contrario, en Madrid se les hace perder en el último minuto y a balón parado, pero ellos se mantienen fieles. Zapatero o quien dirija en el futuro al Partido Socialista tiene ahí una joya que le indica hasta dónde puede caer. Es lo que se llama el «suelo electoral».Lo jorobado ahora para Rodríguez Zapatero es despegar de ese suelo. Es decir, ensanchar la base. Ahí le duele, querido amigo. Por un lado tiene que buscar territorio en terrenos de un Llamazares ahora engreído. Y, por otro, tiene que abrirse paso a codazos en el solar de la moderación que es patrimonio de Rajoy. ¿Difícil? No: casi imposible. Por eso tengo para mí que Zapatero, pensando en marzo, firmaría hoy los resultados de Madrid, con la misma diferencia de mayoría. Sería la forma más elegante de continuar al frente de la oposición.