DESDE LA CORTE
Una cabezonería de Aznar
EL MINISTRO Montoro hablaba mejor antes de ser ministro. El cargo, o el miedo escénico al hemiciclo, le estropeó la oratoria. Pero tiene recursos, como el utilizado para anunciar a la Cámara que las cuentas públicas del 2003 se cerraban con un superávit del 0,5 por ciento. Lo habéis visto, porque la televisión cuenta mejor estas cosas que las huelgas generales. O sea, que hay que felicitar al señor Montoro y a todo el Gobierno, incluidos subsecretarios, porque han gestionado bien. Han llevado bien las cuentas. Si a Rajoy se le ocurre dejarlos sin empleo la próxima primavera, tienen un puesto asegurado en cualquier empresa de contabilidad. Lo que me pregunto es para qué quiere el Estado cerrar el ejercicio con superávit. ¿Será que los ministros cobran un bonus por resultados, como en las empresas pr ivadas? ¿Será que este año van a repartir beneficios? Yo creo que es, sencillamente, una cabezonería del señor Aznar. Legítimamente orgulloso por ser el único gobernante europeo que consiguió cuadrar las cuentas, engreído por llevar en la peana el déficit cero sin que nadie dejara de cobrar las pensiones, ahora les propuso a sus ministros el más difícil todavía: ¡el Estado español gana dinero!, ¡el Estado español es un magnífico empresario! Si estos presupuestos son los últimos que llevan la firma de Aznar, como tanto se nos ha dicho estos días, el señor Aznar puede retirarse con una calificación en su libro escolar que diga: «Asignatura de administrador, sobresaliente». Todo lo demás es discutible: si es cierto que hay miedo para escribir y, por tanto, autocensura; si hizo bien alineándose tan claramente en la guerra de Irak; si le faltó cintura para lidiar la cuestión vasca; si es cierto que se ha deteriorado el clima de las libertades públicas; si es normal que Ruiz Gallardón arruine su discurso sobre los impuestos subiendo los impuestos de la ciudad de Madrid... Todo es, como no se puede medir en números, por definición, discutible. Incluso se puede ir más lejos. Quizá tenga razón Zapatero cuando le reprocha al Gobierno que ese superávit no se haya aprovechado para corregir las desigualdades. Todos los gobernados podríamos hacer una larga lista -incluso demagógica- de los vacíos que notamos en la vida diaria. Pero ésta no es la seña de identidad de un gobierno conservador. Si, además de buenas cuentas, el Gobierno hubiera corregido las deficiencias de la sociedad con mayor sentido de la igualdad, no sería de derechas. Y, desde luego, no le habría dejado al propio Zapatero ni un mínimo resquicio para mantener una alter nativa distinta ni para ejercer la oposición.