Un «menage a trois» político

COMO dirían en mi pueblo, ¡lo que son las cosas! Y más, las cosas de la política. Un suponer: si don Alberto Ruiz Gallardón hubiera anunciado la subida de impuestos una semana antes, ¿habría obtenido Esperanza Aguirre los mismos votos? ¡Oh, qué incógnita más intrigante! Conviene rebajarla: si el alcalde de Madrid hubiera anunciado esa subida hace un mes, ¿hubiera podido pregonar Esperanza Aguirre la congelación de impuestos que predicó en todos sus mítines? El millón largo de ciudadanos que han votado al PP el pasado domingo pueden decir, y con razón: «Este no es mi PP, que me lo han cambiado». Lo malo es que era irreversible: ya habían depositado su papeleta en las urnas. Tienen razón en mi pueblo: ¡lo que son las cosas! Y más, las cosas de la política. Pero no terminan ahí las emociones. Ni el morbo. Al jefe del clan, un tal Aznar, le cogió la novedad fiscal en un lejano país llamado Brasil, y se salió por Copacabana: espera que Gallardón explique su voracidad fiscal. Pero, como siempre, «chechez la femme», buscad la mujer. Ana Botella se quedó aquí, que para eso es concejala y no se le ha perdido nada en Brasil. Y, oh designios de la naturaleza y la fidelidad política, está de acuerdo con su jefe de filas, que no es otro que Gallardón: la subida le parece «razonable». Esto es un «menage a trois» político. ¡Qué conflicto debe tener doña Ana entre su corazón (aznariano) y su gestión (gallardoniana)! Como mujer del presidente, habrá sido la primera en aplaudir su política económica. Como concejal de Ruiz Gallardón, cualquier discrepancia puede terminar en cisma. En su persona coinciden los dobles sentimientos de la familia popular: por una parte, predican enardecidos las bondades de la rebaja de impuestos; pero, por otra, tienen que entender a quienes los van a subir. Los siquiatras le llaman a eso esquizofrenia. ¡Qué premonición la de Aznar cuando dijo en Estados Unidos que sólo podía haber un político en una familia! Cuando hay dos, sobre todo si son marido y mujer, hay que coincidir en demasiadas cosas: en la relación amorosa, en la atención a los hijos, en los gustos de la casa y, encima, en los criterios políticos, aunque ambos sean del mismo partido. Tal como están las cosas, Ana Botella sólo podría estar en el equipo de Mariano Rajoy, que garantiza continuidad e identidad de opiniones. Ponerse en el equipo de Gallardón es elegir el peligro. Y más, durante la próxima legislatura, que para el alcalde de Madrid significa el comienzo de su escalada hacia la meta del poder central.