Diario de León
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CIPRIANO ZOTES
León

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DIGO YO, me parece a mí. Un trasvase, de agua, y otro trasvase, de agua. El trasvase del Ebro, que aún no se ha hecho, pero voy a suponer que se hará, y el trasvase del Esla, el que va al Páramo Bajo, y que ya está hecho. Los dos llevan agua, para regar, uno según la Ley 291985 y otro según el Real Decreto Legislativo 1/2001, si no lo cambian, que vienen a ser lo mismo. Pero digo yo. Que no entiendo de leyes. En realidad no entiendo de nada, pro eso quiero que me lo expliquen. Es un decir. El trasvase del Ebro, obra de interés general, lo pagaremos todos los españoles, y lo veo bien. Obra de interés general que no sé cuánto interesará a los asturianos que la tendrán que pagar. El trasvase del Esla, obra de interés que pagarán unos pocos españoles, los únicos interesados. A lo mejor es que no son lo mismo, trasvases, de agua, para regar. Que me lo expliquen. Se sabe que los murcianos, por poner a alguien, se merecen el agua, esas tierras resecas, la huerta. Se sabe que los parameses se merecen el agua, esas tierras resecas, pero, ay, sin huerta. ¿Será esa la diferencia? Productos hortofrutícolas. Los tomates los come la gente. El maíz lo comen los terneros que luego serán comidos por la gente. Hay una diferencia. Tomates contra maíz. Por eso los murcianos no pagarán su trasvase. Por eso los parameses sí pagarán su trasvase. Veo bien que los murcianos no paguen. No sé si ver bien que los parameses sí paguen. Trasvases. Pero la Ley de Aguas no especifica que los tomates sean más importantes que el maíz. Real Decreto Legislativo 1/2001, de 20 de julio, artículo 131: «3. Para declarar una obra hidráulica de interés general, deberá ponderarse la adecuación del proyecto a las exigencias medioambientales, teniendo en cuenta la compatibilidad de los usos posibles y el mantenimiento de la calidad de las aguas». La Ley 29/1985, de 2 de agosto, de Aguas, artículo 120, apartado 3, dice exactamente lo mismo, salvo que hay que tener «especialmente en cuenta la compatibilidad de los usos posibles, etcétera», lo mismo salvo el «especialmente». No habla de tomates, ni de maíces, ni de si es grande o pequeña la obra. Tan sólo hace falta que la Administración tenga ganas, y las ganas de la Administración a veces discurren por extraños derroteros, arcanos para los profanos del ringurrango de los altos despachos, de los que tienen mano. Por ejemplo. A los del Páramo Bajo se les prometió un pantano. Bueno. Al final no se construyó. Bueno. Se les dijo que un trasvase. Bueno. Lógicamente, el tal trasvase vendría a suplir a aquel pantano. Bueno. El pantano hubiera sido de interés general, que para eso era un pantano. El trasvase, que hace las veces de aquel pantano, se supone que, por eso, por hacer las veces, debiera entenderse como una obra de igual categoría administrativa, es decir, de interés general. ¿O no? Nadie paga las obras de un pantano, si no es el Estado. Entonces, ¿por qué unas obras que vienen a suplir al tal pantano no las paga el Estado? Y los regantes del Páramo Bajo quieren pagar. Pasmoso. Hasta ahí llega su buena voluntad. Pero ¿qué quieren pagar? Lo que iba a costar la obra, según estaba presupuestada: 48 millones de euros, lo que les dijeron que pagarían. El problema. La obra, por mor de experimentos no hechos con gaseosa, experimentos que muy bien podían haber realizado en su casita los responsables, la obra, digo, se disparó hasta alcanzar los 78 millones. treinta millones más, que parece que no, pero son 5.000 millones de pesetas. Un presupuesto pulverizado, un 62,5% más de lo presupuestado. Treinta millones que a ver quién los paga. Claro, el pago, el de siempre, el que no tiene la culpa, el bobo. Sólo que el bobo, esta vez, no está por la labor. Y los que hablan de agravios comparativos y similares, a lo mejor es que no tienen que pagar un 62,5% de más, si no, no sé a dónde irían a parar sus agravios comparativos y similares. Los regantes se atienen al presupuesto. Son 48 millones. Que hagan lo que les salga, pero son 48 millones. Como si quieren poner columnas jónicas y flecos de mampostería. Son 48 millones. Los treinta millones a mayores, que los abonen los ingenieros, que ellos vinieron a poner, deshacer, combinar, maniobrar. Pero los ingenieros no, ellos no, ellos dicen ah, ya sabemos que esto no sirve para nada, pero nos pareció, creímos, no lo hicimos con mala fe, por lo menos queda bonito. Nada que objetar, pero son 48 millones. Y los a los regantes les asiste la razón. A ver qué culpa tienen ellos, ¿o la tienen, como se ha dicho por ahí? A lo mejor deberían haber vigilado las obras y prohibir hacer lo que se hizo. Claro. Convertirse en detectives o no sé qué. porque, mire usted, deberían haber sabido que esas inútiles balsas de regulación encarecerían en treinta millones la obra, como el Gobierno debería saber que la inflación anual no sería del 2%, sino del 2,7. Quieren pagar lo correspondiente, no ser diferentes a los demás regantes españoles. ¿Están en un callejón sin salida? Esas son palabras de puro delincuente, y no me gusta señalar. Fueron obligados a aceptar esta obra en vez del pantano prometido. Hubiese sido penoso, tristísimo, anegar un valle, se sabe. Pero, lo que ha quedado dicho más arriba, el pantano hubiese corrido a cargo de los presupuestos generales del Estado. Pues bien, que la obra sustituta corra a cargo de esos presupuestos. No sé por qué no. Repito, que alguien me lo explique. ¿O es que la CHD se la ha metido doblada a los regantes? ¿A qué viene eso de que la Ley de Aguas no les permite hacer otra cosa y tal y tal? Ni siquiera se trata de modificar la Ley, sino de aplicarla. Para todos igual. Dice el Real Decreto 329/2002, Plan Nacional de Regadíos, capítulo 10: «2. La iniciativa de la propuesta para declarar una actuación de interés general corresponde al ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, a petición o de acuerdo con la correspondiente Comunidad Autónoma». O sea, que aquí el ministro de Agricultura, la Junta y el arcángel San Gabriel en persona, si me apuran, andan por las alturas y les importan poco, poquísimo, los derechos de unos españoles que también cumplen como los demás. O la Junta no quiere, o no quiere el ministro, pero aquí pasa algo. De todas formas, si los regantes quieren pagar, mostrando una gallardía que ya quisieran para sí muchos, que quien corresponda analice. Les han engañado, y encima pretenden reírse de ellos. Y sólo he mirado la cuestión económica, que es una de las cuestiones más importantes. No digo nada de la social, de ese descalabro que se avecina si alguien no lo remedia: los pueblos más desiertos, las tierras baldías que, irónicamente, deberán seguir pagando para nada. Es una extraña forma de fijar población, una rara manera de mandar al paro a quien no tiene por qué.

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