Diario de León

EL RINCÓN

Acoso moral en el trabajo

Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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EL FENÓMENO no es fácil de definir y los psicólogos hablan de una serie de humillaciones laborales, que pueden ir desde encomendar trabajos inútiles, al aislamiento, pasando por los reproches y las críticas sin motivo. El caso es que casi medio millón de españoles sufre el llamado acoso moral en el trabajo, aunque sólo una mínima parte, el 0,01, lo denuncia ante los tribunales. Se confirma que no va descaminado nuestro refranero cuando aconseja que «del jefe y del mulo, cuanto más lejos más seguro». Del acoso físico se ha hablado y escrito mucho. Los inmediatamente superiores pueden creerse con derecho a tocar los culos, aunque sean de buen asiento, de las señoras que están a sus órdenes. También se dan casos, aunque sean muchísimo más infrecuentes, en los que sea la jefa la que estime que entre sus potestades se incluye la de inspeccionar la bragueta de un subordinado más o menos apuesto. El mando, que según don José Ortega debe ser «un anexo de la ejemplaridad», se convierte a veces en una licencia para tocar. Las víctimas son siempre los últimos del escalafón, que en ocasiones no tienen más remedio que aguantarse, ya que no están las cosas como para cambiar de empleo a cada paso. La compra de un piso, según las últimas estadísticas, exige a los jóvenes el 67 por ciento de su sueldo y 11 años de salario íntegro. Aún no se sabe qué acoso será peor, si el físico o el moral, pero según el Instituto de Estudios Laborales ya se sabe que los sectores más afectados por este último son la Administración pública, la Defensa, la Educación y la Sanidad. Se deduce que no tener trabajo es la mayor de las tragedias, pero tenerlo en determinados casos, no es una tragedia menor. Quizá sea cierto eso que dice Woody Allen de que el trabajo es siempre una invasión de nuestra privacidad, pero podemos realizarlo durante ocho horas y, en cambio, nadie puede estar ocho horas seguidas acosando a alguien. Para evitar cualquier acoso, moral o físico, quizá no haya otra solución que el absentismo.

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