Mamá, no soy monárquico

MIRA que se lo dije a mi madre la primera vez que me divorcié: «esto pasa hasta en las mejores familias». Pero mi madre, que es muy suya -mejor así- dejó casi de hablarme hasta que el domingo leyó la noticia de que el hijo del Rey se va a casar con una periodista divorciada. Ahora mira por encima del hombro a todas las cotillas del pueblo y, cuando alguna le pregunta qué ha sido de mi vida, se limita a contestar con displicencia en la pescadería: «lee el Hola ». No hace falta, porque tanto la tele como los periódicos de a euro cuentan y no paran de las bondades de la colega Letizia Ortiz, la asturiana que va a matrimoniar de segunda mano con el Príncipe de Asturias y a la que, bendita juventud, servidor casi le doble la edad. He aquí alguien de los míos que, por fin, triunfa en sociedad, mientras que uno en su día era un incomprendido. A sabiendas de que es impopular hoy escribir en conservador sobre el matrimonio, y más si se tiene antecedentes en el juzgado de familia, le dije ayer mismo a mi madre que no despreciara a nadie en la peluquería: sigo siendo periodista y divorciado, eso sí -no se sabe cuál de los dos títulos será peor- pero no se me ha puesto a tiro ninguna infanta. Ni ellas ni yo estamos ya en la edad. Se dice esto por la cantidad de tonterías que están publicándose ahora sobre el casorio del príncipe Felipe y la colega Letizia, del cual con la experiencia que da la profesión en el trato con la gente importante en política servidor sólo puede sacar una conclusión y ojalá que se equivoque: «uno de los dos es un pardillo». De todas formas, felicidades. En esto la veteranía es un grado, como en la mili, y por eso se ruega a los contrayentes que dejen de dar la tabarra al personal sobre el amor que se profesan a ellos mismos y a la patria. Y si se sienten o no correspondidos. Con la que está cayendo en el País Vasco, las elecciones en Cataluña y lo poco que queda para las generales lo que menos importa al personal es que dos que bien se quieren acaben juntándose, teniendo en cuenta, estadísticamente hablando, que en España hay no menos de veinte millones de parejas. Reales o de hecho.