La León-Benavente, ¡qué bien!

A PRINCIPIOS del siglo XX las carreteras generales de Asturias y Galicia, eran el único asfalto que podía verse en León; lo demás, caminos de herradura y lucha con las posaderas a lomos de esforzados carros de bueyes. En el año 1958, cuando, de la mano de un incipiente desarrollismo, comenzaba a mitigarse un flagrante olvido en materia de infraestructuras, la longitud de la red provincial de carreteras de León rondaba los 900 kilómetros, muy por debajo de los 1.900 kilómetros que los técnicos de esa época consideraban que hubiera sido lo «razonable» para una provincia como ésta. Ese ominoso retraso en la adecuación de una buena red de comunicaciones ha pesado como una losa en León y está en relación con el éxodo de importantes contingentes de población rural hacia el País Vasco, Cataluña, Alemania... Un éxodo que se fue llevando de León a las gentes más angustiadas por su futuro pero también más decididas y emprendedoras. Esto es pura y estremecedora realidad como lo es que, en el año 2001, las estadísticas poblacionales sigan siendo auténticos aldabonazos: todos los ayuntamientos de la provincia, menos ocho, perdieron población. En ese mismo año nacieron 3.188 y fallecieron 5.260. Todo un «descrecimiento» vegetativo que indica que la autopista de salida es más amplia que la de entrada Conviene recordar estos antecedentes ahora que se nos anuncia la inminente puesta en marcha de la autovía de León a Benavente, -el primer tramo dentro de poco más de una semana-, una obra que constituye una de las reivindicaciones más sentidas de los leoneses. Sería absurdo, desde luego, no reconocer el esfuerzo realizado en los últimos años en materia de infraestructura viaria al hilo de una larga bonanza económica; un esfuerzo que contrasta precisamente con tantos años de dejación. Bienvenido sea, pues, este enlace que acabará con una ruta maldita. Pero siempre quedará la duda de saber qué provincia tendríamos es si estos engarces con la modernidad hubieran llegado mucho antes.