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CON VIENTO FRESCO

Una monarquía de republicanos

Publicado por
JOSÉ A. BALBOA
León

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MIENTRAS seguía, sin displicencia y casi con pasión, la exultante alegría popular por el compromiso de boda del príncipe Felipe, leía esta semana en el libro del escritor y periodista catalán Josep Pla, Madrid. El advenimiento de la República , su asombro por lo ocurrido en esta ciudad el 14 de julio de 1931 : «Madrid, cuya única razón de existir durante tantos siglos ha sido, como quien dice, la monarquía, ha visto hundirse las instituciones, desaparecer sus símbolos, con el alborozo del pueblo desbordado y con la casi absoluta indiferencia de las clases altas, y no digamos de los funcionarios». Con expresión gráfica y de todos conocida: España se acostó monárquica y se levantó republicana. Los tiempos y las condiciones históricas son hoy diferentes, la monarquía está consolidada y nadie desea cambios dramáticos; pero las pasiones de los hombres son insondables. Reconozco que, aún con dudas, estoy más cerca de la alegría del pueblo por la elección del príncipe, que no con esos fátuos y estomagantes seudo intelectuales, léase artistas y otra ralea, que a las preguntas de ciertos medios respondían, probablemente con cierta melancolía, que son republicanos de toda la vida y no van con ellos toda esta parafernalia de las bodas reales. En todo caso, concluían: está bien eso de la democratización de la monarquía, renovándola con sangre plebeya, y mucho mejor si es una chica guapa y culta como Letizia Ortiz. Esta respuesta sería desternillante sino fuera hipócrita. En España tenemos una monarquía sustentada sobre las espaldas de una mayoría de intelectuales republicanos. Aquí solo el pueblo menudo, voluble en sus sentimientos y conductas, es monárquico, los demás todos son republicanos, o al menos nadie se declara públicamente monárquico. A esta gente le da vergüenza decirlo y menos proclamarlo. Incluso los partidos políticos se declaran públicamente republicanos, y uno de ellos, en su declaración a los medios, hablaba el otro día de la boda como de un asunto privado del príncipe ¡Esto es patético!. No le auguro a esta monarquía un futuro muy halagüeño. Tal vez los aires que corren lleven a estas extrañas situaciones, es decir, a una monarquía de republicanos. Con la democratización, no de la monarquía que ya lo es, sino del proceso de sucesión, muchas chicas, como Cenicienta, han interiorizado el mensaje: pude haber sido yo, tal vez algún día será reina una de mis hijas. ¡Qué bello cuento de hadas!. A las mujeres españolas se les abren muchas esperanzas. Entre esas mujeres, las primeras esperanzadas son las infantas relegadas por la Constitución a un segundo lugar. En España no rige ley Sálica que excluye a las mujeres del trono; pero la Constitución da preferencia al varón sobre la hembra. Sin embargo, puestos a democratizar ¿por qué mantener un sistema sucesorio que prima los derechos del varón sobre los de la mujer? Varios medios y algunos intelectuales abrían el melón sucesorio, y planteaban esta semana la modificación de la Constitución en ese punto. Existe además una contradicción con aquellos artículos que establecen que todos los españoles gozan de los mismos derechos y nadie puede ser discriminado por razón de sexo. Si nadie puede ser discriminado por razón de sexo, y haciendo de abogado del diablo, es posible que, para no discriminar a nadie, nos preguntemos también si puede un gay ser rey. Algunos, como siempre, dirán que evidentemente sí. Pero si esto fuera así, se desvirtuaría uno de los principios de la monarquía hereditaria, dado que los gais no pueden, que se sepa, tener hijos. Si se alega que pueden adoptarlos, entonces ya no se garantizaría la continuidad histórica, y para ese viaje no hace falta la monarquía. Para eso elegimos sin más al jefe del Estado, es decir, un presidente de la República y santas pascuas. Me alegro del paso dado por el príncipe, lo creo positivo para España; pero tengo dudas de que lo sea también para la monarquía.

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