Diario de León

TRIBUNA

Fundación Alfonso IX, una sugerencia

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TAL VEZ PREFIERAN nuestros diputados provinciales, tanto del PP como del PSOE, tomando por los pelos la propuesta última de UPL, convenir en consensuar otra denominación para la insinuada fundación Cortes de León. Digo esto, porque parecen tener cierta prevención a ese título, y se me escapan las razones, que, si acaso, sitúo en el subyugamiento centralizador del ente. De ahí que, con la mejor intención, proponga un título que, siendo coherente con lo leonés, y de justicia para el hombre de nuestro rey Alfonso IX, sirva para encabezar a la naciente fundación netamente leonesa que se proponen acometer. Como es de rigor, y aunque sea sucintamente, dejaré expuesta mis razones para el título propuesto antes de cerrar estas líneas, que fundamentalmente, soportan una crítica reflexiva y constructiva sobre el comportamiento de los leoneses, y en especial de los políticos que nos representan aquí y en el ente autónomo. Nadie puede ignorar que la Fundación Villalar es el revulsivo que ha impelido a los políticos en las instituciones provinciales, y a los leoneses, leoneses, en otras instituciones no políticas, a encarar el tema, cuando menos, por inconveniente para la definición leonesa, y a no aceptar participar en ella. Si bien no hay que olvidar el modus operandi de la parte política, en especial en etapas pre electorales. No obstante, y aún dudando del móvil, el discrepar ha sido un paso positivo para un León indefinido y descolocado en el ente que nos ciñe. «No nacerá la fundación (Cortes de León) para ir contra algo o alguien», ha dicho el presidente de la Diputación, lo que se me antoja como una salvedad para no incomodar a los foráneos intereses de los autonomistas, quienes, a su vez, desde el principio, no se han recatado en controlarnos, dominándonos autonómicamente. Lo que viene a corroborar que los leoneses, aunque sea contra lo que manifiestamente daña a nuestra propia esencia como pueblo, siempre hemos de coger los argumentos defensivos con las pinzas de una puridad aséptica, excesivamente diáfana o de pulcritud académica. No se trata de ir en contra de nadie, como se ha dicho en una especie de intento de poner a salvo no sé qué «muebles partidistas»; sí, de que no nos confundan allá donde ciertamente hay intereses que no sólo no nos favorecen, sino que actúan en contra de nuestra propia identidad como leoneses. ¿O es que no lo queremos ver? ¿Acaso no están situando sin pudor desde el ente, los sentimientos en la fundación política Villalar, bajo el paraguas de la cultura, y tomando éste por la empuñadura con vigor inusitado y absorbente, ocultan nuestra realidad leonesa? A pesar de ello, con las metafóricas pinzas citadas, se empeñan los nuestros en anticipar que la Fundación que germina en León, independientemente de su nombre, no es propiamente una respuesta o contraposición a Villalar, es tan sólo un intento provincial de sacar a flote la identidad leonesa. En verdad que ésta yace bajo el velo de una aparente indiferencia, de la que todos debemos culpabilizarnos. Más, a pesar de los pesares, la consecución de la fundación leonesa permitirá aflorar y potenciar sentimientos que están ahí, en el trasfondo de lo leonés, y puede llegar a ser todo un permanente ejercicio de pedagogía leonesa. Se ha dicho: «la fundación Villalar nació de arriba abajo». Ciertamente que partió del «alto mando», con imposición; pero que alcance la base de la pirámide, el pueblo, es más que difícil, y más aún que sea comprendida y asumida. Y añadido después, con la mayor naturalidad: «la nuestra, recorrerá el sentido contrario». Frase del portavoz socialista en la Diputación, de la que parece desprenderse que la idea ha partido del pueblo, desconozco por qué cauces, cuando, hasta donde yo he podido saber, no han sido invitadas a participar ni las Asociaciones Culturales... de momento. El «alto mando» del ente lleva a tal extremo el afán centralizador, que en otro episodio de ímpetu acaparador, hasta en algo tan intangible como los sentimientos, y tan libres como lo sea el ser humano, pretenden también unificarlos y uniformarlos, colocándolos en el centro del poder castellano, ¿o tal vez diría mejor vallisoletano?, aunque tanto monta..., engarzándolos figuradamente en letra impresa. Todo un afán creador de valores espirituales desde el ensoberbecimiento político. Ahí queda el gesto. Hablar de las Cortes Leonesas es hablar de Alfonso IX, pero rizando el rizo, no lo es viceversa, toda vez que éste es el autor y aquéllas no son su única obra. Aunque desde la mejor de las perspectivas leonesas, las Cortes sean todo un hito que otros nos han venido ayudando a minimizar, cuando no a silenciar. Pero claro, citar las cortes puede sentar mal en el ente, por recordarles su gran intransigencia centralizadora, no trayendo las de la Comunidad a su sitio natural e histórico, a León. Hagamos justicia recordatoria pues, nominando la fundación con el nombre de nuestro privativo rey leonés, don Alfonso IX, que se distinguió por la leonesidad de que hizo gala hasta el final, y su hijo Fernando III, el castellano, comenzó a trastocar.

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