NUBES Y CLAROS
Salvad a la soldada
PROBABLEMENTE la soldado Lynch nunca pensó que ser rubia y de pueblo le iba a reportar tan pingües beneficios. Un típico producto americano, como la definen, que la hacía teóricamente perfecta para una de las grandes maniobras de engaño a la opinión pública durante el ataque a Irak. Jessica tuvo un accidente de coche y los iraquíes se la llevaron al hospital y la trataron incluso con dulzura, según ella misma ha repetido y vende ahora en su libro de memorias. Un hospital en el que sólo había médicos y enfermos, que fue asaltado según la norma de procedimiento Schwarzenegger (con violencia, vistosidad y cámaras de vídeo), en una operación de rescate que merecía ser retitulada Cómo matar las moscas a misilazos . Muy digna ella, se dedica últimamente a recoger distinciones y protagonizar portadas, eso sí, con escote palabra de honor, que favorece mucho más que la ropaza de camuflaje o el uniforme de gala. Ante los micrófonos censura el show que montaron con su rescate, aunque no se corta un pelo para dejar que su biógrafo incluya en la historia una violación en el frente, que ella dice no recordar -curiosa forma de autobiografiarse-, y que los médicos iraquíes niegan. Quizá la causa sea la inevitable película que se rodará en breve sobre la vida y rescate de esta soldada, que previsiblemente no aportará nada a la historia de la cinematografía ni a la defensa de los derechos humanos. Como no hay buena película de acción sin sexo, y no sería políticamente correcto que la chica típicamente americana tuviera un pasado prebélico tórrido, se le asigna el abuso a un iraquí, y santas pascuas. Miles de dólares llueven sobre esta mujer cuyo único mérito fue ser elegida para tocar el corazoncito patriótico de los norteamericanos, ese que se cubren cuando suena el himno nacional. Ella denuncia el engaño y engorda la viga a cuenta de él sin sonrojo. Invasión, engaño, dólares y una chica rubicunda de Virginia. En efecto, típicamente americano.