EL BALCÓN DEL PUEBLO
Nuevo «honorable» para Cataluña
LOS CATALANES están convocados hoy a las urnas. De sus votos y pactos posteriores dependerá quién sea el próximo «Honorable», el que ocupe el sillón de terciopelo en el Palau de la Generalitat. Son las elecciones que ponen fin a una etapa larga y fecunda, con Jordi Pujol y CiU, en el poder. Desde las primeras elecciones, Cataluña ha tenido el mismo presidente y el mismo partido. Hoy puede comenzar a soplar el viento inasible del cambio. Un cambio que entra por el Mediterráneo, al que canta Joan Manuel Serrat, y puede acariciar y dar frescura al resto del país. Se va Jordi Pujol en Cataluña, Xabier Arzalluz en el nacionalismo vasco, y José María Aznar en el Estado. No sólo se cierra un período político, sino que también pueden abrirse balconadas a nuevos nombres, modos, talantes y formas de gobierno. Según todos los sondeos publicados, los socialistas están más cerca del poder que nunca. No habrá mayorías absolutas y, por ende, rodillos para aplastar a la oposición. El barómetro político diagnostica el triunfo del PSC y de su candidato, Pasqual Maragall. Ya fue la opción más votada en la anterior legislatura, pero el pacto CiU-PP mantuvo a Jordi Pujol como president . Si hoy, como pronostican casi todas las encuestas, se confirma definitivamente el cambio, estrenaremos algo nuevo en todo el país. Se iniciaría el largo proceso del cambio en España. Un cambio más democrático, que nada tiene que ver con el sostenido en el País Vasco, más radical y esquizofrénico. Nadie cuestiona que los resultados de hoy en Cataluña marcarán las elecciones generales de marzo. Quizá ahí está el quid de la cuestión. Tanto los nacionalistas de CiU como el PP han vendido durante la campaña que el triunfo del PSC es un peligro para Cataluña y para la integridad de España. La promesa de reformar el Estatuto de autonomía, avalada por Paqual Maragall y ratificada por Rodríguez Zapatero, escuece y preocupa entre las huestes azules, máxime si el socio de gobierno llegara a ser Carol-Rovira, líder de Esquerra. El Estatuto catalán tiene 24 años de vigencia. ¿Por qué no es modificable? ¿Acaso no puede tocarse la Constitución, que cumple ahora las bodas de plata, para reformar, por ejemplo, el Senado o la sucesión de la Corona?. El portavoz del Gobierno, Eduardo Zaplana, que no dudó en poner el atril de la Moncloa, tras el consejo de ministros, al servicio del candidato popular, Josep Piqué, ha querido ningunear a Rodríguez Zapatero por apoyar la futura reforma. También Mariano Rajoy, calificándole de imprudente. Ven fantasmas donde no hay castillos. Les ha seguido la corriente algún colega, como Fernando Ónega, con quien comparto tribuna en este mismo periódico. Admiro a Fernando Ónega, pero disiento. Duisentir es constitucional e higiénico. Afirma Ónega, en el chequeo previo a las elecciones catalanas de hoy: «Vienen tiempos complicados. Una Cataluña tranquila aporta serenidad a España. Por una vez, casi sería deseable que ganara el PP». Por una vez, estimado colega, no has ejercido de gallego. El mejor escribano también echa un borrón. Y yo, el primero.