DESDE LA CORTE
Zapatero no es un suicida
LA PREGUNTA es ésta: ¿tiró ayer Zapatero por la borda sus posibilidades de ganar las elecciones de marzo? Desde luego, lo que hizo fue regalarle una parte del discurso a la derecha para la próxima campaña electoral. Su apoyo a la coalición de izquierdas en Cataluña será utilizado con estos argumentos: votar PSOE es votar radicalismo, coalición con independentistas y comunistas y, por tanto, riesgos para la estabilidad económica y para la unidad nacional. Ante ese inmediato ataque de «fuerzas nacionales», algunos criterios. El primero es la sorpresa de los propios asistentes a la reunión del Comité Federal. Horas antes, «barones» consultados por este cronista apostaban por una actitud socialista «light», sin excesivo compromiso, e incluso dudaban de que el Comité se pronunciase por el respaldo a la alianza de izquierdas. Alguno incluso decía que apoyar esa salida sería «cavar la sepultura del PSOE» en el resto de España. Mis interlocutores se tuvieron que quedar de piedra al escuchar la contundencia de Zapatero. El segundo, la legitimidad del apoyo y la alianza, si se consuma. Legitimidad política, quiero decir. Es tan válida como cualquier otra. Tan correcta es una coalición de izquierdas como la de derechas que hasta ahora gobernó Cataluña. E incluso más: la suma de los votos de las tres fuerzas «progresistas» de esa comunidad es muy superior al resto. Hay que remontarse a la Segunda República para recordar una votación tan alta a partidos de izquierda. Desde el punto de vista de la capacidad representativa, no hay nada que objetar. Y, en tercer lugar, desde otra perspectiva, cabe preguntarse si Zapatero ha sido libre. Es posible que se haya visto acorralado entre dos opciones: imponer el criterio de los «barones» que le aconsejaban pactar con CiU o abstenerse, o este paso. Si hacía lo primero, pero Maragall cierra un pacto con Carod-Rovira, ¿qué le dirían? Que Maragall se subleva y que él carece de autoridad interna: lo que ya le están diciendo. Ahora, al menos, ahuyenta ese fantasma y, si cae en marzo, habrá caído lleno de coherencia socialista. Sospecho que por ahí habrán ido sus reflexiones. Y a lo mejor no son tan suicidas como planteaba mi pregunta inicial. Es seguro que el paso dado ayer ha ilusionado a sus votantes y, en general, a toda una izquierda que está acomplejada por ese «discurso único» que identifica estabilidad con gobierno del PP o sus afines ideológicos. Zapatero, por lo menos, ha roto ese estigma. Defiende a los suyos y, entre los suyos, a un personaje tan emblemático como Maragall. Muchos le dirán que se ha radicalizado. Los suyos alabarán que haya perdido los complejos.