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León

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A LOS catalanes se les ha muerto el gorila blanco, que siempre han considerado un símbolo de lo suyo. No nació en Cataluña sino en la antigua Guinea Española, porque si nadie es perfecto menos lo va a ser un gorila, y no digamos el nacionalismo, que no es precisamente una ciencia exacta.  Fue portada del Nacional Geographic, algo que no consiguió Pujol, y mira que lo intentó. Algún catalán supersticioso interpretará su muerte como un mal augurio en estos tiempos de soponcio electoral, pero ya se sabe que los nacionalistas se lo toman a la tremenda.  En 1966, cuando Copito llegó a Barcelona la sardana era un baile aún bajo sospecha; dejaban bailarla, pero dándole un toque centralista, así como de chotis. Copito ha visto muchos cambios desde su zoo.  Pero Cataluña no es el País Vasco. En San Jordi, los catalanes regalan un libro y una flor, eso es civilización. Ahora bien, en política  los puzzles no son un juego, sino una responsabilidad. Por ello, la buena ingeniería post electoral implica mucho más que un reparto de cargos, es además una doma de egos, aunque a veces hay que admitir que, por mucho diálogo que se le eche, dos y dos no son cinco. No obstante, decíamos la semana pasada que si bien nadie puede ser del Madrid y a la vez del Barça, salvo para provocar, es indudable que en política  es posible eso y mucho más. Y no por cinismo sino porque es bueno que así sea. Tampoco debe demonizarse a un partido por ser republicano. Lo obsoleto es ser comunista, fascista o defensor de las películas de Raphael. En definitiva, de los catalanes los únicos disgustos que cabe espera nos pueden venir del Barça, y no muchos. A la espera de fumata, encomendémonos a Copito, gorila catalán nacido en la Guinea Española.

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