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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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LAS PRECAMPAÑAS electorales tienen una fecha de comienzo: el momento en que se publica el barómetro del CIS del trimestre anterior. Es decir, ayer. La encuesta que ayer ustedes han podido leer marca las posiciones de arranque de cada uno de los partidos. Se acaba de dar, por tanto, el pistoletazo de salida hacia las urnas de marzo. Todo lo que hagan y digan los políticos a partir de este martes tendrá una inevitable intención electoral. Mejor dicho: una intención electoral todavía más evidente. Todo es empeorable en esta vida, pero el comienzo de la carrera no ha podido ser más deprimente para el Partido Socialista. Ha tenido que ver cómo Mariano Rajoy se distancia del pelotón, por delante de Zapatero, a los dos meses de ser designado sucesor. Y, sobre todo, ha tenido que ver cómo el Partido Popular ha recuperado en medio año diez puntos de intención de voto, situándose en condiciones de revalidar la mayoría absoluta. Toda la labor de oposición efectuada desde el «Prestige» y continuada por la guerra de Irak ha sido llevada por el viento. Por parte del PP, se ha producido una especie de milagro: en pocos meses se han conseguido conjurar los peores fantasmas. Como si se hubiera corrido un tupido velo sobre los actos de impopularidad del Gobierno, se ha recuperado la imagen perdida. El clima de crítica hacia el Gobierno y su talante no tiene incid encia notable sobre la opinión pública, que no piensa lo mismo que algunos supuestos líderes de opinión. Tanto es así, que nos podemos plantear si aquí estamos asistiendo a un fenómeno de indulgencia colectiva de los pecados del Gobierno o, sencillamente, se piensa en el voto con mentalidad de bolsillo satisfecho, como su gieren los últimos números de la economía. Quizá estemos ante u na mezcla de todo, con el dato añadido de que la oposición no ha conseguido ninguno de sus principales objetivos: ni beneficiarse del descontento social (si existía) ni ilusionar a las zonas templadas de la sociedad. Pero, sea lo que sea, el diagnóstico es implacable: el PSOE se vuelve a alejar de la posibilidad de volver a gobernar este país. Tampoco es despreciable esta aportación nueva del barómetro: Rajoy se pone por delante de Aznar. ¿Es consecuencia de los efectos mediáticos de su nombramiento como sucesor y el estado de gracia en que le han mantenido los medios informativos? Es posible. Pero yo apunto otra teoría: el precio de la impopularidad lo paga el presidente que se retira, y el beneficio de la imagen lo lleva el que llega. Por lo visto, el talante y la esperanza de cambio de talante sí cotizan en política.