Diario de León

EL RINCÓN

Tratamientos engañosos

Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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LO IDEAL, ahora más que nunca, es que al salir de casa, apenas hayamos dado cuatro pasos por la acera, encontremos una farmacia y un estanco. (Alejo García ha buscado esa situación topográfica siempre y por cierto ya la ha conseguido). Si además del estanco y de la farmacia hay un buzón de Correos, mejor que mejor, pero eso sólo le interesa a quienes escriben cartas. Digo que la cercanía de esos establecimientos es más beneficiosa que en cualquier otra época porque el Ministerio de Sanidad ha propuesto la financiación de fármacos para dejar de fumar y así podremos tener dos opciones: los que deseen abandonar el tabaco pueden entrar en la botica a comprar medicinas y los que aspiren a seguir aspirando humo pueden entrar en la expendeduría de tabaco. Parece que hay una sustancia malévola que no causa el menor efecto si no la tomamos, pero que una vez ingerida hace aborrecer la nicotina, eliminando por lo tanto el culpable placer que proporciona el tabaco, que es el único que podemos experimentar más de una docena de veces cada día. La tal sustancia tiene el feo nombre de «Bupropión», que suena a cuestor del Imperio Romano. Se asegura que es la única terapia eficaz y que además no engorda. Ni el láser, ni la acupuntura, ni las pulseras magnéticas han dado resultado. Tampoco el hipnotismo. Habría que indemnizar a todos los que se han sometido a esos engañosos tratamientos y muy en especial a los panolis que han aplicado a su organismo los parches antinicotina. Sé de alguno que tuvo adheridos durante una larga temporada más lunares que una bata de la Pantoja. Ahora, que ya no hay carreteros, fuma como un carretero. Las autonomías decidirán a fin de año si están dispuestas a asumir los tratamientos anti-tabaco. Esto ocurre porque el Gobierno no se decide a cerrar los estancos. Quizá fuera esa la mejor terapia, exceptuada la que he predicado muchas veces sin el menor éxito: encender el cigarro y llevárselo a los labios no por donde está la boquilla, sino por donde arde.

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