Diario de León

DESDE LA CORTE

En misión y con hisopos

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FERNANDO ONEGA
León

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A LOS que somos de aldea nos sorprende tanto viaje del poder a Cataluña. Y además, a reunirse con empresarios. En pocos días hemos visto en Barcelona a Rodrigo Rato, a Mariano Rajoy y, finalmente, a José María Aznar. Diríase que la cúpula del gobierno y su partido se encuentra en misión, evangelizando al empresariado: no sea el diablo que ceda a la tentación de caer en pecado nacionalista. Allá fueron los tres, especialmente Aznar, con sus hisopos llenos de agua bendita, a hacerle un conjuro a ese demonio llamado Esquerra Republicana, que está dispuesto a meterse en el cuerpo del «Govern», después de haberse metido en el Parlament. Para cualquier creyente en el catecismo aznarista, esta adoración al becerro de oro con cara de Carod-Rovira es anticipo del fuego eterno. Aznar lo dijo con otras palabras más terrenales y humanas: «Es imposible estar tranquilo ante la posibilidad de que entre en el gobierno un partido que defiende la independencia, como ERC». Los tertulianos le discuten al Presidente su derecho a decir esas cosas. Les parece que un gobernante no puede discutir la entrada en un gabinete de un equipo respaldado por las urnas. Aseguran que pronunciarse de esa forma es como criticar el resultado de las elecciones y decir que los votantes se han equivocado. Naturalmente, los más nacionalistas van más lejos y le niegan al señor Aznar su derecho a meterse en los asuntos internos de una autonomía. Yo quiero y debo defender al presidente: no sólo tiene el derecho a decir lo que quiera, sino que tiene la obligación de hacerlo. Ya que no pudo evitar desde su alta responsabilidad que un partido radical como Esquerra creciera tanto en escaños, tiene el deber de alertar a las fuerzas económicas de los peligros que él está viendo venir. Y hay que suponer que, cuando lo hace, es que tiene información de intenciones y proyectos que los demás no tenemos. Lo que resulta intrigante es cómo se impide que Esquerra acceda, efectivamente, al Gobierno catalán. ¿Tiene el señor presidente alguna fórmula para evitar que sea la bisagra que abra la puerta de Convergència o de los socialistas, según cual sea el mejor postor? Si las urnas decidieron que Carod-Rovira tenga el poder efectivo, aunque le respalden sólo medio millón de votos, ¿hay algún mecanismo democrático para impedírselo? Esa es la gran laguna del discurso oficial. Dado que el PP tuvo el resultado que tuvo, da la impresión de que quieren que sean los empresarios quienes impidan ese acceso del nacionalismo radical al poder autonómico. Pero eso no sirve en una democracia.

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