Atentado en Bagdad

NOVIEMBRE un mes de misereres. En vísperas de arrancar hoy la hoja del calendario, la noticia adelantada por todas las cadenas de radio y televisión convulsionó a nuestro país: Ocho españoles sufrieron un brutal atentado en Al Mamudiya, a treinta kilómetros de Bagdad, en la denominada Ruta de Jackson. El saldo fue terrible: siete muertos, cuya indentidad todavía no había sido revelada anoche, y un herido muy grave, del que sí se conocen nombre y apellidos. Todos pertenecían a los servicios secretos, al llamado Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Ya son diez los españoles que han perdido su vida en Irak desde que en marzo pasado se iniciara esta guerra estúpida, injusta e ilegal fabricada por George W. Bush y seguida a ciegas por Tony Blair y José María Aznar, el trío de las Azores. U oleada de rabia sacudió ayer las conciencias de los españoles. Lo abatidos no eran soldados, sino miembros de los servicios secretos. Pero no tan secretos, por cuanto para la resistencia iraquí eran públicos. Con este golpe brutal, la resistencia ha probado que actúa como quiere y donde quiere. Está armada con material ligero y pesado y posee información precisa de lo que busca. Esto invita a preguntar otra vez más qué pintan nuestras tropas en Irak, qué se le ha perdido a España entre las arenas calientes del desierto. La imagen de los iraquíes bailando sobre los cuerpos aún calientes de los muertos españoles irritó a la sociedad. Durante meses, José María Aznar se ha negado a responder en el Congreso de los Diputados al clamor de toda la oposición, y desoyó el grito sin sordina de la ciudadanía en la calle. No ha explicado por qué y para qué mantienen a los soldados en Irak. Lo han suavizado bajo la tapadera de «en misión humanitaria», pero la realidad parece otra. Ha metido a España en una guerra. Ha llegado el momento de exigir de nuevo explicaciones. El pueblo español necesita saber si nuestros soldados continúan en Irak para morir o para salvar el honor terco de Aznar y su voceada amistad con Bush. Las decisiones importantes -y seguir en Irak o el regreso de los soldados lo es- deben tomarse tras amplio debate en el Congreso y por el mayor consenso de las fuerzas políticas. Bush está en campaña electoral y utiliza la guerra para rentabilizarla en las urnas. Su viaje a Bagdad de hace tres días fue un puro acto de campaña. Hasta ahora, sólo algunas empresas americanas han rentabilizado el negocio de la guerra. Por el contrario, ninguna empresa española ha firmado contratos de reconstrucción. Y aunque Aznar no se presente a las elecciones, no puede mantener la irresponsabilidad de jugar con las vidas de los españoles. Porque los soldados españoles cumplen a rajatabla las órdenes del Gobierno. Y si continúan en Irak habrá más muetros. Toda la oposición le ha reprochado que apoyara la guerra. Me viene a la memoria la intervención en el Congreso de José Luis Rodríguez Zapatero, quien dirigiéndose al presidente para modificar su decisión de guerra, concluyó: «Usted anuncia que se va. Déjenos en paz, señor Aznar».