Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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UN TAL doctor Stuart Melody, norteamericano por más señas, ha inventado un libertino dispositivo, bautizado lógicamente como «orgasmatrón», que abrirá en un futuro inmediato nuevas puertas al conocimiento y disfrute de los placeres carnales femeninos. Casi por casualidad, mientras aplicaba un estimulador con pequeñas descargas eléctricas en la médula espinal de una paciente que sufría dolores crónicos de espalda, comprobó estupefacto que la mujer se desmadejaba en pleno trance de satisfacción sexual, convertida en pura pasión y voluntad de servicio. El doctor chiflado está exultante ante el descubrimiento de semejante instrumento diabólico, que parece nacido de la podrida mente del marqués de Sade, y se encuentra en plena promoción del orgasmatrón, una maquinita con maneras de conquistador y que constituye todo un canto a la autogestión corporal. La verdad es que presenta múltiples ventajas, pues la interfecta se evita zalamerías y carantoñas, además de los manidos cuentos románticos que suelen preceder a la coyunda tradicional, ya que basta con apretar el botón y, ¡hala!, otra muesca en la canana. Sí, el fantástico orgasmatrón es travieso hasta la extenuación y permite orgasmar a voluntad, como su propio nombre indica, pero tiene un grave problema. Puesto que el aparato funciona con un mando a distancia, la señora corre el riesgo reconocido de hacer zapping y cuando se debate entre nubes rosadas, soñando el apareo de su vida con Richard Gere, le aparezca de improviso en la mente El Fary bailando y cantando aquello de Torito bravo. Somos seres sujetos a una madeja de pasiones, la mayoría pecaminosas, pero tener al Fary metido en tu cama es mucho más de lo que un espíritu humano normal puede soportar.

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