AL TRASLUZ
San Madrid
EL SAN MADRID puso un poco de justicia cósmica en tanto apoteosis catalán. Dos goles. Dos. Primero uno y después el otro. Si el Barça es mucho más que un club, también se habrán llevado mucho más que un disgusto. A los catalanes no les viene mal un poco de humildad en estas intensas horas de reflexión política. Pujol se queja de que ERC ha estado «mareando la perdiz» pese a que ya tenían decidido su apoyo antes de las elecciones. Cuando un hombre lleva tanto tiempo en el poder, termina creyéndose que la política es un invento suyo, cuyas misteriosas reglas nadie conoce mejor, pues él mismo las forjó en la noche de los tiempos, como al anillo único. No sé por qué hemos de tenerle más reticencias al nacionalismo izquierdista que al de la burguesía finolis. Todos, unos y otros, nos aburrirán con tanto narcisismo político y obsesión por la fronterita, con tanta cogorza de ego patrio y manipulaciones trileras del pasado. Aunque Cataluña no es el País Vasco. Y Maragall no tiene nada de Arzalluz. Tranquilos. La democracia es diálogo. Pero como a veces parece que sólo existen vascos y catalanes, la victoria del San Madrid nos alegró la tarde. Algunos me dirán que aquí hay mucho hincha del Barça, empezando por mi señora y mis hijos, pero, admitámoslo, ser leonés y culé es como haber nacido en La Bañeza y llamarte Tim O'Hara. Lo que no puede ser, no puede ser y lo demás es tontería. ¿Y nosotros, es decir, el resto? ¿Tendremos que convocar a los espíritus de Américo Castro y Sánchez Albornoz para que nos expliquen quiénes somos? No, nosotros lo tenemos más claro, nuestra patria es ésta y el mundo. Gracias, San Madrid, por enseñarnos Historia. Te había pedido siete, pero se agradece de todas las maneras.