Diario de León

DESDE LA CORTE

A la puerta de la iglesia

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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HACE días titulábamos esta crónica «El chuleo de Esquerra Republicana». Hoy debemos escribir una segunda parte referida al chuleado, que no han sido dos, sino uno. No ha sido Maragall, sino Artur Mas y toda CiU. Y no lo dice este cronista. Lo dice el propio partido de Pujol, que ayer dejó caer sobre España su enfado de políticos burlados y su lamento de novia abandonada ante el altar de la boda. Todas las negociaciones para formar gobierno, han venido a denunciar, han sido una ficción. El pacto de izquierdas estaba planteado desde antes de las elecciones. Hay mucha amargura en esa confesión. Pero no es sólo la amargura de verse apartados del poder. Es que acaban de dar su voto a Esquerra para presidir el Parlament, y no se han llevado nada a cambio. Es que después de 23 años de gobierno, dueños y señores de instituciones, casi dueños de la marca «Catalunya», se quedan sin más parcela de poder que la municipal. Y es que miran su imagen, y no es que se hayan acostado con ellos en público. Es que han dicho también en público que les habían pagado. Los de Esquerra les han dejado con las vergüenzas al aire al desvelar que «decían sí a todo». Algo de esto se vio en la tribuna del Camp Nou el día del Barcelona-Real Madrid. Allí estaban juntos los señores Carod-Rovira y Maragall. Parecían dos «coleguis» en celebración con caras sonrientes. En cambio, Artur Mas aparecía serio y solitario, con apariencia de no tener con quién hablar: como la derecha estatal en algunas sesiones parlamentarias sobre la guerra de Irak. Es la política. Un día celebras el resultado de las elecciones porque has sacado unos diputados más que el siguiente. Esa alegría se dobla cuando abres los periódicos y muchos de ellos celebran que ese «siguiente» ha perdido muchos votos. No falta, incluso, quien actúa de enterrador de su líder, el tal Maragall, a quien le cierran para siempre sus expectativas. Alimentas esperanzas de gobernar porque sospechas que Zapatero no permitirá que Cataluña haga un nuevo experimento «a la balear». Y se te cae todo de golpe porque unos señores, que hasta ahora no contaban para nada, deciden aplicar el otro lenguaje de las urnas: el que proclama la victoria de la izquierda. Menos mal que en esta soledad y tristeza últimas les acompaña Aznar. Fue él quien acudió a Barcelona a convencer a los empresarios de lo malo que era tener a Esquerra en el gobierno. Ahora no sólo se encontrará con Esquerra, sino con los mismísimos rojos de Iniciativa per Catalunya. Azn ar y Pujol pueden llorar mucho juntos.

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