EL RINCÓN
La amenaza mayor
PUEDE llegar un momento en el que la vida española no tenga ni pies ni cabeza. La parálisis mental de nuestros opacos políticos no nos coge de sorpresa, pero eso de que puedan paralizarse las piernas de nuestros brillantes futbolistas es nuevo. Los clubes de fútbol amenazan con un cierre patronal de la Liga si el Gobierno no atiende a sus peticiones. Aspiran a ganar más dinero de la recaudación de la quiniela y también a mejoras tributarias y están dispuestos a dejarnos sin balón. Por una temporada. Somos muchos los que pertenecemos al partido de los partidos de fútbol. Hasta llegamos a pensar que por ellos tienen una luz especial los domingos y ahora también los sábados y hasta los días de la Champion. Son millones los compatriotas que demuestran su amor a la naturaleza yendo al campo todos los días festivos, pero al campo de fútbol. Más numerosos todavía son los que se garantizan una entrada de tribuna baja de sofá y ven los encuentros en el estadio vertical de sus televisores. Están pasando muchas cosas. Tantas que podemos decir, como Quevedo, eso de «ahíto estoy de España», pero la mayor amenaza es que nos dejen sin circo, mientras siguen sueltos los payasos. ¿Quién no está preocupado por el zamarreo que se le está dando a esta vieja nación? Quieren romperle las costuras del traje confeccionado hace cinco siglos. En este otoño lluvioso están lloviendo noticias. Nos dicen, no se sabe ya por cuántas veces, que ETA ha sido desmantelada. Estaba preparando su campaña de Navidad, pródiga en obsequios sonoros. En Cataluña, unos pobres diablos hacen diabólicos pactos y en las carreteras muere más gente que nunca. El presidente Aznar y Mohamed VI de Marruecos se reconcilian y llegan a acuerdos económicos. Algo es algo y menos da una piedra, aunque sea del tamaño de la isla Peregil. ¿Por qué nos alarman ahora con dejarnos sin fútbol? Pascal -Blas, no Maragall- decía que si nuestra condición fuese verdaderamente feliz, no necesita ríamos diversiones. Con las cosas de jugar no se juega.